El problema principal de las grandes crisis económicas son los corrimientos de carga. Cuando la economía de un país va bien la ingente nube de recursos financieros que planea sobre el mundo descarga en sus empresas y proyectos, con esa avidez del capital, pero cuando ese país va mal las aguas se retiran, se evaporan hasta los charcos y el terreno queda seco. Encima la idea de lo bien o mal que vaya un país descansa en expectativas y vaticinios de los augures, cuyo genio es voluble y un tanto caprichoso. Ahora parece que la lluvia de dinero empieza a gotear sobre España, lo cual desde luego está bien, aunque pasará tiempo hasta que se convierta en actividad, empleo y consumo. Lo malo es que estos grandes corrimientos de la carga financiera guiados por el mapa meteorológico se parecen demasiado al capricho de los dioses, clementes o inclementes, del que antes dependía nuestra suerte.