Los periodistas deportivos son muy imaginativos a la hora de poner apodos inolvidables. A la gente le gusta saber que «O Rey» no puede ser otro que Pelé, número uno entre los unos y que la «Saeta Rubia» era Di Stéfano, el mejor blanco de la historia. Y que Messi es «La Pulga» y que «El Gamo de Dublín» era Piru Gainza, el fabuloso extremo izquierda de la mítica delantera del Athtletic. Y que «El Pelusa» era Maradona, héroe mundial de la Pampa. Y Kubala, el más internacional de todos, era «Laszy». Y muy pocos aficionados saben quién era el rojiblanco Rafael Moreno si no se les advierte que se trata de «Pichichi», un legendario goleador que da nombre al trofeo más popular entre los futbolistas. No voy a entrar en una relación de sobrenombres mundiales, porque necesitaría mucho papel. En cada país hay una antología de ases a los que los periodistas bautizaron con nombres para siempre. Un ejemplo solo: Frank Beckenbauer, el colosal líbero del Bayern y de la selección alemana, fue apodado como «El Kaiser», nunca fuera caballero balompédico de sobrenombre tan bien titulado. Me refiero solo a algunos de los nombres de guerra con los que fueron llamados jugadores españoles o jugadores extranjeros que hicieron su carrera en nuestros campos de juego.

Sin embargo, muchas figuras consiguieron saltarse la pila bautismal de las redacciones futbolísticas logrando ser conocidos por sus nombres y apellidos auténticos. Los dos Ronaldos, uno el de Brasil, y otro el portugués, han superado los tímidos intentos de colocarles motes sonoros que anulen los datos de sus DNI. Y muchos otros. El fútbol, pasión de masas, se presta bastante a esta práctica de conocer a las estrellas por cómo los denominan los periódicos. Aunque, ciertamente, es más una práctica de lectura que de palabra. Nadie dice «Qué buen partido ha hecho hoy Von Karajan» (apodo del genial Xavi), sino que se refieren al jugador con su nombre verdadero.

Un día ya lejano, a algún periodista madrileño, se le ocurrió que a un enfrentamiento de máxima rivalidad entre Barcelona y Madrid, en el que jugaban los grandes cracks del momento, había que singularizarlo porque no se trataba de un partido más. Y puso en portada un titular tremendamente llamativo: «El partido del siglo», un choque que iba a ser transmitido a un montón de países y del que España viviría pendiente. A todos los aficionados nos pareció que, efectivamente, aquella sería una batalla épica cuyo eco traspasaría el devenir de las centurias. Pero, pasados unos meses, Madrid y Barça volvían a enfrentarse y al gachó del invento le pareció que de nuevo había que poner el título de «El partido del siglo». Y luego, otra vez. Y otra. Y así llegamos al partido del siglo que se juega esta tarde en el Camp Nou.

No deja de ser original y hasta agradable que a un parido más de la Liga se le llame el match del siglo. Pero resulta un poco pesadito. En realidad, muy pocos de los choques entre merengues y azulgrana que llevaron el calificativo previo respondieron a las expectativas. Es más, en algunas ocasiones otros partidos de menor resonancia, que coincidían en el mismo domingo, resultaron grandes espectáculos de fútbol y de goles.

El hecho de que hoy se enfrenten cuatro de los mejores jugadores actuales del mundo (Messi, Cristiano, Bale y Neymar) podría ser la garantía de que vamos a ver algo más que un gran espectáculo. Pidamos a los dioses del balón que la estadística no se cargue el show.