Algún ministerio ha de tener entre sus competencias impedir que Ana Obregón viaje a Afganistán para rodar la versión española de Homeland. No es una broma: un periódico de tirada nacional ha publicado unas declaraciones de la protagonista de Ana y los siete en las que afirma que se trasladará próximamente a la república islámica para grabar algo parecido a la serie de Showtime. Homeland es la ficción televisiva actual más interesante desde un punto de vista político: sin el menor reparo, como sólo los norteamericanos hacen, fabula sobre atentados yihadistas en suelo yanqui, corrupciones en las más altas esferas del poder, vicepresidentes y directores de agencias de inteligencia involucrados en terrorismo de Estado. Justamente por su ambición de ocuparse de la más alta política, un Homeland español protagonizado por Ana Obregón es un asunto de seguridad nacional que tendrá que estar previsto en algún protocolo de emergencia. ¿El Ministerio de Defensa o el de Asuntos Exteriores? ¿Replegamos nuestras tropas en Qala-i-Naw para enviar a continuación a Ana? ¿Alguien ha previsto lo que puede pasar cuando se emita aquí Patria y la peña vea la interpretación de Obregón haciendo de espía bipolar? ¿El Ministerio de Justicia? ¿Es justo que el mejor personaje femenino de la última década vaya a ser remakeado en España por la peor actriz de la penúltima década -es que en la última no hizo nada-? Seguro que con algo de tiempo encontraría motivos por los que el affaire Obregón debería movilizar al Ministerio de Agricultura, al de Hacienda, al de Presidencia. ¿Soy el único que ve una conexión entre el desprecio a la Filosofía que el Ministro de Educación practica en la LOMCE y el auge de caricaturas ridículas como la que presagia este proyecto? Algún poder del Estado debe hacer algo ante semejante despropósito. Quizá ya sea tarde para impedir que Ana Obregón se ocupe del papel de Carrie Mathison. Pero no por ello hay que dejar de intervenir. A lo mejor impedimos al menos que Ramón García interprete a Nicholas Brody.