Lo lógico es que a Merkel la espíe Obama más que a nosotros. Las clases altas son más espiadas que las bajas. También ellas espían más, vaya una cosa por la otra. No nos debe extrañar, por otra parte, que Merkel se enfade mucho y nosotros poco. La capacidad de cabreo, ahora mismo, es proporcional al PIB, a la deuda externa y todo eso. Comprendemos que Rajoy haga como que no nos han espiado. Si lo reconociera, tendría que levantar el teléfono, como la canciller alemana, y echarle una bronca a Obama. ¿Pero se imaginan a Rajoy echándole una bronca a Obama? No, claro que no. De ahí su prudente actitud frente al asunto. Es posible además que le dé risa la idea de haber sido espiado.

-¿Qué pueden los americanos descubrir que no nos interesa que descubran? -habrá preguntado al jefe del CNI.

-La verdad es que nada, Presidente.

-Pues pelillos a la mar. Y entremos en el coche que llueve mucho.

Todos los países tienen un centro nacional de inteligencia porque hay que tenerlo, igual que hay que tener dos apellidos. Otra cosa es que se usen. En muchos sitios, las mujeres siguen perdiendo su apellido al casarse. Hay países que, a partir de un compromiso equis, utilizan su apellido de casados, olvidándose del propio. También se olvidan de su centro de inteligencia. Lo tienen por ahí, en los cajones, y se apolilla.

-¿Qué hemos hecho con el CNI? -pregunta Rajoy.

-Se nos ha traspapelado, Presidente.

Significa que Edward Snowden no nos va a amargar la vida como se la está amargando a Hollande y a Merkel, pobres. En el peor de los casos, si es cierto que nos han espiado, y parece que sí, habrá sido en la época de Zapatero y lo que espiaron en esa época nos importa un rábano. Dice Anne Leibovitz que España es un país muy físico. Está, pues, acostumbrada a fotografiar el alma de sus personajes. Pero nosotros somos muy físicos. O sea, que tenemos pocos recovecos mentales que espiar. Basta con mirarnos por encima (a veces por encima del hombro).