La historia va dejando huellas a su paso. Tal vez no esté bien dicho: la historia son esas huellas, más el relato que las engarza. Lo más fidedigno, aunque interpretable, son las huellas físicas. Del 23-F quedan, ahora sólo en parte, las de los disparos en el techo. Del paso y el peso del franquismo, mucho menos efímero, queda, entre otros relictos, el Valle de los Caídos. Nunca he sido partidario de arrasarlo, transformarlo, enmascararlo. Desde luego me parece un atropello a la historia y sus huellas convertirlo en un lugar de encuentro entre vencedores y vencidos. Estos no se sentirían cómodos bajo el signo de una cruzada en piedra megalómana. Simboliza el intento de parar la historia, petrificándola, conjurando sus cambios y procesos mediante la muerte: masiva parada cardiorrespiratoria monumentalizada. También la utilización soez de la cruz, para escarnio de la genuina redención.