Vuelve el fútbol. Y vuelve para quedarse. De acuerdo, gracias a la Premier League el fútbol no se había ido del todo, y por culpa de las cansinas declaraciones de Prince, quiero decir Cristiano Ronaldo, y de los agotadores detalles acerca de la recuperación de Messi, el fútbol siguió generando no-noticias. Las cosas funcionan así. Hay que elegir entre un exceso de noticias sobre fútbol o un exceso de no-noticias sobre fútbol. Los futboleros preferimos el fútbol, y creo que los no futboleros también. Las noticias de fútbol son buenas noticias para los futboleros y un mal menor para los no futboleros. Así pues, demos la bienvenida al fútbol.

Me parece que los no futboleros no le ven la gracia a un nuevo año lleno de partidos de Liga, de Copa, de Liga de Campeones, de Liga Europa y, de postre, el Mundial de Brasil. Bueno. Podemos ver un obelisco egipcio como un enorme pilar de piedra normalmente decorado con jeroglíficos y rematado con una pequeña pirámide. Bien. Es eso. Pero un obelisco es más que eso o, si se prefiere, no es sólo eso. Los obeliscos egipcios estaban relacionados con el culto solar, y la construcción, transporte y erección de un obelisco eran complejísimas tareas artísticas y técnicas que exigían tanta habilidad como sabiduría. Podemos decir, casi poéticamente, que un obelisco egipcio es un rayo de sol petrificado, pero sin olvidar a los artistas y técnicos que intervenían en su extracción, decoración, transporte y erección.

En la película «Los Diez Mandamientos» vemos al todavía príncipe de Egipto Moisés (Charlton Heston) dirigiendo la erección de un obelisco en la ciudad de Gosen, cumpliendo un encargo del faraón Seti I. Moisés está tan concentrado en su trabajo que incluso le dice al faraón que no puede atenderle porque tiene algo muy importante que hacer. El fútbol es el obelisco de nuestro tiempo.

Unos ven al fútbol como una aguja monolítica de granito que se erige delante de los pilonos de los templos, es decir, como un espectáculo monolítico que se erige delante de los templos del ocio. Vale. Pero el fútbol es más que eso o, si se prefiere, no es sólo eso. El fútbol está relacionado con ese culto solar de nuestro tiempo que es el deporte de élite, y todo lo relacionado con el fútbol exige la misma habilidad y sabiduría que hizo posible el obelisco consagrado a Ramsés II que hoy nos vigila en la plaza de la Concordia de París, el obelisco de la plaza de San Pedro en el Vaticano o los dos obeliscos que han tenido la suerte de permanecer en su emplazamiento original en el templo de Karnak.

El fútbol no sólo adorna plazas y templos, sino que merece un respeto porque los artesanos y técnicos del fútbol han sabido convertir este deporte en apariencia tan simple en un espectáculo apasionante hasta cuando no lo es. Los futboleros entendemos la belleza de un 0-0 y disfrutamos con una jornada que enfrenta al Real Madrid con el Celta y al Barça con el Elche, partidos que parecen estar lejos de la pasión, pero que también propone dos apasionantes duelos entre la Real Sociedad y el Athletic y entre el Valencia y el Levante.

El fútbol es un deporte en el que veintidós tipos en pantalón corto persiguen una pelota con intención de introducirla en un rectángulo. Bueno. Bien. Vale. ¿Y quién construye, decora, transporta y erige ese obelisco?

Si a usted no le dicen nada las agujas de granito, ni le interesan los cultos solares, ni le preocupan los problemas técnicos que plantea la construcción de un obelisco, siempre podrá preguntarse cómo es posible que un obelisco que un día formó parte del templo de Luxor hoy adorne una plaza de París. ¿Cómo es posible que aquellos obeliscos que se alzaban hacia el cielo de Egipto hoy se alcen hacia el cielo de París, Londres, Roma, NuevaYork o Estambul? Algo tendrán los obeliscos.