Palabras del Papa Francisco: «El capitalismo mata». Razón tiene en términos figurados y también literales. Pero no es exacto, porque también existe un capitalismo que da vida. En mis años de estudiante pediamos un «socialismo con rostro humano» para legitimar la actitud de progreso más allá de la inaceptable dogmática comunista y de los sistemas tiránicos que se alineaban a la sombra de la hoz y el martillo. El mundo ha dado un giro casi completo, de manera que aquellos regímenes, o han desaparecido o se transforman marcando distancias con los radicales fosilizados. Ese giro es tan significativo que la demanda de un «rostro humano» se dirige hoy al capitalismo. Sobre todo al capitalismo sin rostro, que siembra la muerte de la explotación en el subdesarrollo irredento, la despiadada especulación, la corrupción y el poder solapado en la polìtica vendida o inerte.

Primero, un rostro. Y a continuación, el rostro humano que tiene los rasgos del capitalismo solidario, creador de empresa y trabajo estables, que reinvierte y no acumula, respetuoso por convicción de los derechos humanos y sociales. Esta fuerza también existe. Y entre sus valores cuenta el de ser el más importante de los elementos estabilizadores de la sociedad. Frente a él, los insaciables que no dan la cara y defraudan impunemente, los tiburones de las cuentas opacas en paraisos fiscales, los negreros del infrasalario, los dementes que persiguen la última moneda al precio de la miseria humana, todos esos que propalan las trampas del enriquecimiento facil y provocan las depresiones planetarias que les hacen más ricos; a todos esos hay que desenmascararlos y tratarlos como apestados, haciéndoles pagar por sus crimenes, evasiones y fraudes. Muerte social para ellos.

Los más pesimistas creen que, una vez superada esta crisis, no habrá propósito de la enmienda capaz de evitar que se repitan los errores que causaron. Aunque el objetivo de regeneración parezca lejano, sus vectores éticos e incluso técnicos avanzan, y hay que confiar en que se impongan para evitar la repetición de lo mismo. Con una Humanidad que está viva todo fluye imparablemente hacia el cambio, nada se repite en términos exactos y, con base en esta evidencia, es obligado forzar la evolucion positiva hasta el extremo lìmite. El capitalismo con rostro humano es un paradigma a recuperar, tan válido para el liberalismo como para la socialdemocracia. Es el sistema estimulado por el justo beneficio proporcionado al riesgo y el esfuerzo, pero imbuido de la supremacìa de los derechos humanos y creyente en la paz absolutamente única que dimana de su reconocimiento. Ni siquiera el capitalismo sin rostro, con todo su poder, puede escapar a la caida que han sufrido sus homólogos comunistas en la dinámica de cambio que es la unica rueda que no para en la conciencia humana.