Pues que estaba Rajoy ahí, cumpliendo con desgana de marido jubilado con los fervores de la economía, y resulta que se había olvidado de esa gente de orden que sostiene España desde siempre. De los suyos, de los que moran en el ala derecha del edificio del PP. De esos que ahora ya dan por descontado que estamos remontando y entonces llega el momento de un «relaxing» palo y tentetieso, que diría Ana Botella, consorte de Aznar, autobiógrafo de la ejemplaridad y de la cosa auténtica.

Así que hay que atender a la hinchada de la banderita española y Rajoy -el «traidor», el «vago», ese centrista de la abulia, dicen los populares más populares- ha sacado ya a jugar al ministro del Interior Jorge Fernández («Dios con nosotros») con su ley de seguridad. Para que no se nos manifieste la gente protestona ni les de por escrachear ni un tantito así. A la derechona le gusta la ciudadanía en formación y esta ley, que además multa hasta con 30.000 euros las «ofensas a España», está pensada para la cabra que desfila con la Legión.

Así que vuelve el lema fraguista de «la calle es mía» y remata la jugada Gallardón con una ley del aborto de marcha atrás y una reforma del código penal para introducir un trasunto de cadena perpetua. Derecho a la vida y a la cárcel sin remisión. Derecho al orden, derecho al chitón. Derecho a la derecha.

Y todo eso porque el «tea party» que conspira contra el presidente popular anda muy revuelto con la anulación de la «doctrina Parot», que ha puesto en la calle a destacados etarras, violadores y asesinos en serie. Y porque ya dio el toque de corneta Aznar en su entrevista en Antena 3 en mayo, y los que participaron en octubre en la manifestación de la Asociación de Víctimas del Terrorismo y también porque lo dicen las encuestas que decodifica el druida Arriola. Y todo porque los capataces del orden, los genuinos, los que hablan el mismo lenguaje que Ana Botella y José María Aznar practican en la intimidad, son los que nunca fallan a la hora de votar. Y ahora están a la vista las elecciones europeas del 25 de mayo, ésas en las que la participación sólo llega al 45 por ciento y los más politizados son los que deciden. Son los únicos que pueden dejar claro que el PP, pese a la recesión, sigue siendo el preferido en España, este país de gente cabal que ya ni recuerda quién fue un malvado socialista llamado Rubalcaba.