Joaquín Sabina ha dado una alegría a quienes defienden la vigencia de la prensa impresa en pleno tsunami de lo digital. El cantante ha afirmado lo siguiente: «No uso internet, ¿para qué? Lo importante acaba filtrándose a la prensa de papel; el resto no me interesa». Claro está que en la misma frase afirma: «no conduzco ni tengo móvil». No lo necesita: alguien le lleva de un lugar a otro, alguien atiende las llamadas. Su representante, su ayudante, la gente a su alrededor, sí que conduce y tiene móvil que utiliza para lo habitual, desde atender una propuesta artística hasta reservar mesa en un restaurante. Y cuando uno ha nacido en Úbeda en febrero 1949, lo normal es que no haya incorporado las redes digitales a su manera de estar en el mundo, porque tales redes son un instrumento de socialización, y la gente nacida en 1949 se socializó mayormente en los bares y las iglesias. En el caso de Sabina, cabe deducir que sobre todo en los bares, qué lugares.

Las redes sociales son el sucedáneo virtual del bar. Ello no significa que los usuarios no acudan a tan agradables establecimientos, sino que el tiempo que pasan en casa ante la pantalla, interactuando con sus amigos de Facebook o con su grupo de WhatsApp, la gente como Sabina lo pasaba también en los bares, largando la tarde con una sola caña, musculando los antebrazos con el futbolín. Y cuando esa gente, esa generación, buscó saber algo más del mundo que le rodeaba, acudió a la letra impresa, porque no había más caminos que este y el de viajar. Cuando uno ha pasado la vida asociando el conocimiento con el olor a tinta y a papel, eso no se quita del cerebro. Sin embargo, haríamos mal en dar por asentada una brecha generacional insalvable. De Estados Unidos llega una noticia significativa: el crecimiento de las redes sociales se dirige hacia la tercera edad. Los adolescentes ya están todos capturados, son un mercado maduro en el que solo cabe que las aplicaciones se vayan robando usuarios las unas a las otras. Los mayores, sin embargo, están lejos de la saturación, y algo más: tienen tiempo y curiosidad, y les resulta útil una herramienta que les permita mantener la relación con sus amplias redes de amigos sin moverse del cómodo sillón de casa, para descanso de las cansadas articulaciones.