Cada vez que se debate sobre el aborto, sus defensores consideran prioritario el derecho a decidir de la madre por encima del derecho a la vida del nasciturus y de las cuestiones éticas o morales, dándolas por superadas, cuando, desde mi perspectiva, es la premisa esencial sobre la que se debe partir. Si la gran mayoría coincidimos en que el aborto es un fracaso, ¿cómo es posible que se considere un derecho? Mi opinión es que el aborto es reprochable e incomprensible desde el punto de vista ético o moral, sin perjuicio de que, en el plano jurídico, puedan ser aplicables eximentes de la responsabilidad penal en determinados supuestos, como con cualquier otro delito, o, a nivel humano, pueda ser entendible que se practique en determinadas situaciones extremas, pero siendo conscientes de que realmente se produce un mal no justificable. Los que hemos tenido la fortuna de ser padres, de asistir a partos o de visualizar ecógrafos en los que se percibe el latido del corazón y la reacción a estímulos del no nacido, difícilmente se nos va a convencer de que no hay vida antes de nacer. Por si quedara alguna duda, invito a visualizar (es posible en internet) alguna proyección de un aborto, y la reacción de dolor y sufrimiento que le produce al no nacido al que se le corta su vida. Si se es defensor de la vida, la coherencia pasa por estar en contra de cualquier práctica degradante así como la pena de muerte, de la eutanasia y del aborto. El problema del aborto no se resuelve facilitándolo sino dificultándolo y tomando medidas que faciliten la continuación del embarazo. El no nacido no es una extremidad ni un apéndice, tiene vida propia y dependiente, como el resto de los nacidos. Los principales defensores del aborto son lobbys integrados por propietarios de clínicas abortistas y movimientos feministas radicales, que no se mueven por valores éticos o morales sino por intereses económicos o sectarios, que entienden que la maternidad es lo que aleja a la mujer de la igualdad. Para analizar con objetividad el tema, no se debe defender la vida según ideologías o intereses, sino atendiendo a principios y valores propios del derecho natural.

*Pablo Atencia es abogado