Me gustó mucho el titular del diario argentino Olé ´Fideo al huevo´, para describir cómo su compatriota Di María se frotaba los cascabeles como señal de protesta por los abucheos que recibía del público. Una frase irónica para desdramatizar un gesto obsceno que levantó las iras del público del Bernabéu, ya de por sí enfadado con el argentino y que hasta le puede costar el puesto en el Madrid. No es la primera de este jugador de corte asimétrico con una zurda prodigiosa y una derecha que, como dicen los chicharreros, sólo le sirve para subir a la guagua. La pasta de la que está hecho la dejó patente en la eliminatoria de copa contra el Alcoyano al espetarle a un jugador rival: «Ahora me pides la camiseta, fracasado». Dice Ancelotti que ha pedido disculpas, no le sancionará, pero que no lo pondrá de titular porque busca a alguno «más fresco». Lo tendrá complicado el sudamericano. Fideuá con huevos rotos.

El asunto de los tocamientos tiene un famoso precedente en el campo madridista, cuando a Míchel le dio por tocar el piano, tin-tin-tin, con los genitales del delantero del Valladolid Valderrama. Fue la anécdota más erótica de nuestro fútbol, tan acostumbrado a golpecitos en el culo entre algunos jugadores o incluso besos en la boca, como los que se daban Chando y Pedro en el Murcia para celebrar algunos goles.

Los futbolistas olvidan a veces la importancia del lenguaje no verbal a pesar de ser escrutados al máximo por las cámaras. El profesor de la UCAM Salvador Hernández considera que en una conversación normal puede suponer entre el 70 y el 80% de lo que se comunica y tiene más credibilidad que la comunicación verbal, dado que resulta más fácil mentir con las palabras que con los movimientos. La kinésica es fundamental en nuestras relaciones, máxime en una sociedad dominada por la imagen. Se puede conocer mucho de una persona simplemente observando cómo se expresa, dentro de un contexto determinado. Los cortes de mangas que protagonizaron Luis Enrique, Giovanni, Pepe o Cristiano€, aquel bailecito que Alves y Thiago les restregaron a los jugadores del Rayo, el dedo en el ojo de Mourinho, por citar algunos ejemplos, retratan la personalidad de sus autores. El fútbol es en síntesis una suerte de danza en la que se combina la eficiencia con la estética. David Vidal es un buen dominador de la demagogia gestual y solía saltar del banquillo con gestos de airados hacia el árbitro, pero cuando se acercaba le decía todo lo contrario, le alababa y le instaba a que siguiera pitando así. Los colegiados, desconcertados, no le podían expulsar, pero el público se les venía encima.

Pero también hay otros gestos más simbólicos. El Real Murcia no tuvo la delicadeza de guardar un minuto de silencio por la muerte de Maguregui, quien fuera técnico grana. Enrique Castro ´Quini´, tuvo la fuerza moral para perdonar a sus secuestradores en el juicio. Quizá estaba bajo el Síndrome de Estocolmo, pero nunca se arrepintió a pesar de que aquello inició un prematuro declive de su carrera. Gestos. Como el recuerdo de Iniesta a Jarque en Sudáfrica, como los partidos amistosos que se organizaron en el transcurso de las dos Guerras Mundiales entre combatientes de cada bando y que supusieron un grito ahogado de paz en medio de la devastación. El día que estalló la guerra de Las Malvinas, el argentino Osvaldo ´Ossie´ Ardiles militaba en el Tottenham. Tenía miedo de jugar por la reacción del público. La afición rival, del Leicester City, gritaba «England», cada vez que tocaba el balón, pero los Spurs respondieron con entereza ´Argentina, Argentina´, para defender a su jugador. La grandeza y la miseria de los gestos sobreviven a su propio tiempo.