Felipe González abandonará el consejo de administración de Gas Natural Fenosa porque se aburre. Manda narices. Y nosotros que nos lo creemos, naturalmente. Y también nos creemos que ha tardado cuatro años en darse cuenta.

No se va por incompatibilidades legales ni éticas, aunque fichó como consejero en tiempos de Zapatero, y el sector energético es muy interdependiente con el estado. Solo hay que ver el follón de los últimos días con el tarifazo eléctrico, a raíz del cual se han publicado bonitas orlas de exaltos cargos generosamente contratados por las empresas energéticas. Les vienen de perlas las magníficas agendas de exministros y expresidentes.

González no se va porque la opinión pública, harta de todo y de más, maldiga a todos los políticos que han buscado o aceptado el enchufe eléctrico. No se va porque le silben los oídos. Se va porque su trabajo «es muy aburrido». Lo aceptó en su momento porque «me interesaba conocer el tema de la energía», pero luego casi que se dormía en las reuniones. Tal vez descubrió que en los consejos de las grandes empresas energéticas no se habla de megawatios sino de megacifras, de capitales que vienen y van, y la prima de riesgo concita más interés que la cotización del petróleo.

Hay en el mundo profesores y profesionales que hubieran podido enseñar a González todo lo que hay que saber sobre la energía. Pero eso hay que pagarlo, mientras que por ser consejero se cobra. En el momento del fichaje, 126.000 euros al año. Un buen sueldo para aburrirse unos pocos ratos, porque el consejo tampoco se reúne cada día. Pero si tan insoportable era, podía haber dimitido nada más darse cuenta. Así hubiera dejado espacio a alguien realmente interesado en el trabajo.

Aunque, bien mirado, lo único capaz de aburrir a una mente activa es no hacer nada. O, si me apuran, no hacer nada creativo. La inacción o la rutina son aburridas. Tal vez el expresidente nos esté contando que como consejero no hacía nada. O nada creativo, que a ciertos niveles viene a ser lo mismo. Una inacción muy bien pagada. ¿Y eso no le creaba problemas éticos?