Iberoamérica nunca ha sido tan rica y próspera como ahora, aunque el crecimiento económico está aumentando las diferencias entre ricos y pobres y la convierte en la región con las mayores desigualdades sociales del planeta. Ese es su principal talón de Aquiles.

Entre este año y 2016 elegirán presidente 17 de los 19 países del subcontinente y solo en 2014 se celebrarán 7 elecciones presidenciales en El Salvador y Costa Rica (febrero), Colombia y Panamá (mayo) y Brasil, Uruguay y Bolivia (octubre). Existe hoy en América Latina un apoyo muy mayoritario a las formas democráticas de gobierno que contrasta con el hecho de que tan solo un tercio de los ciudadanos crea que sus dirigentes gobiernan en función de los intereses del pueblo. Parece que lo consideran algo inevitable y lo aceptan con fatalismo. Según el último Informe de Latinobarómetro, el respaldo popular a la democracia gana fuerza en países como Argentina, donde la seguridad jurídica es más débil y donde, en consecuencia, son más necesarios los controles inherentes al sistema democrático, mientras ese apoyo disminuye en lugares como México, que no discute la democracia pero donde la gente está harta de que el sistema no sea capaz de solucionar sus graves problemas de seguridad y de corrupción

Esta consolidación de los regímenes democráticos está basada en un paralelo desarrollo económico desconocido hasta ahora. La economía latinoamericana ya no crece al ritmo de los primeros años del siglo pero mantiene un envidiable crecimiento de en torno al 3% con la consecuencia de que 50 millones de personas han dejado de ser pobres y han pasado a integrar una clase media antes inexistente. Es una revolución que está transformando el paisaje urbano del continente a pesar de que ese desarrollo no es homogéneo: Mientras Colombia, Perú y Chile superan ese 3% de media continental (Perú crece a un 6%), Argentina y Venezuela solo crecen en torno al 1% y se consolidan como los países más problemáticos a pesar de tenerlo teóricamente todo. Para remediar esta situación el inefable presidente Maduro de Venezuela ha decidido crear el Viceministerio para la Suprema Felicidad del Pueblo, olvidando que la felicidad es individual o no lo es como también los impuestos los pagan los ciudadanos y no Cataluña, pongo por caso. Argentina tampoco funciona y el populismo de Cristina Fernández de Kirchner tiene telarañas y no se parece al de Evita Perón, que era más «glamuroso».

Todo esto dibuja dos Latinoaméricas diferentes, la de los que tienen y la de los que no participan de los beneficios del desarrollo social y económico porque la riqueza generada no se distribuye justamente y este es uno de los principales problemas del subcontinente junto a la debilidad institucional, la corrupción y la falta de seguridad, asunto que preocupa muy especialmente en Venezuela, donde solo en 2013 se cometieron nada menos que 25.000 homicidios -esta misma semana ha sido asesinada a tiros una ex miss Venezuela- que el régimen pretende ocultar sancionando a los medios de comunicación que los publican. A título meramente comparativo, en Irak, donde estallan coches-bomba a diario, hubo 8.000 muertos el año pasado, un tercio que en Venezuela. ¡Pobres venezolanos!

Este crecimiento dispar y las desigualdades que genera están en el origen de las multitudinarias manifestaciones de estudiantes en Chile o las que tuvieron lugar en Brasil durante la Copa Confederaciones, a pesar de estar ambos países entre los más prósperos del subcontinente o precisamente por ello. En Sao Paulo protestaban contra costosas inversiones en infraestructuras deportivas y en Chile contra recortes educativos mientras falta dinero para sanidad, seguridad ciudadana o transportes públicos. Ese «descontento del progreso» revela la creciente toma de conciencia de las clases medias emergentes, que exigen que los éxitos que proclaman los datos macroeconómicos se trasladen con mejoras perceptibles a la microeconomía que rige sus vidas, algo con lo que los líderes políticos suramericanos tendrán que contar a partir de ahora.

Los dos procesos políticos más importantes que tienen lugar Iberoamérica en 2014 son la reforma energética del presidente Peña Nieto en México que permite que por vez primera inversores privados participen en el negocio del petróleo que nacionalizó Lázaro Cárdenas (una industria seriamente necesitada de tecnología e inversiones), y la continuación de las conversaciones políticas de La Habana entre el gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC, donde ya se han negociado un par de capítulos pero aún quedan por delante los más conflictivos referentes al abandono de las armas y al futuro de los guerrilleros en un contexto dominado por las elecciones de mayo.

Y mientras Latinoamérica crece económicamente y la democracia se consolida, los chinos aumentan su interés por el continente como suministrador de materias primas como petróleo, madera o minerales. Solo entre 2000 y 2012 el comercio entre China y Latinoamérica pasó de 12.000 millones de dólares a 250.000 millones, lo que convierte a Beijing en el segundo socio comercial de la región detrás solo de los EEUU, al que podría superar en un par de años. Pero no está escrito que el continente tenga que bascular hacia el área del Pacífico pues la zona Atlántica también es atractiva y una no tiene por qué excluir a la otra. A diferencia de Europa, los latinoamericanos tienen la ubicación perfecta para jugar a dos bandas en beneficio propio.

*Jorge Dezcállar es Embajador de España