Me levanto el 7 de enero y empieza mi desconcierto postnavideño. La burbuja de las fiestas y los regalos termina de forma abrupta y las películas que nos invitan a esperar el milagro de la Navidad se acaban al tiempo que Steven Seagal, Van Damme y Chuck Norris vuelven a hacerse un hueco en la parrilla televisiva a golpe de mamporros. Pero estos no duelen tanto como abrir un sobre de Emasa que te informa de que la factura ha subido un 40% y te elimina un miembro de la vivienda. Al parecer, para Emasa, en mi casa sólo vive una persona. Esto supone que o mi esposa o yo estamos nominados para salir y no nos hemos enterado. Y todo gracias a la empresa de agua, que hace bueno aquello de ahogar al contribuyente, pero con facturas, que el agua es más cara.

Por si fuera poco, alguna mente pensante en el Ministerio de Sanidad ha decidido darnos juegos de palabras con el nombre de la ministra. Sí, es un recurso fácil, pero es que esta mujer parece que nos quiere matar a disgustos. Ahora si llevas 90 días fuera del país intentando trabajar, lo que no te dejan hacer aquí, te quitan tu condición de ciudadano y pierdes el derecho a la sanidad. Primero te empujan a emigrar a base de paro y luego te castigan por irte.

Por si fuera poco, la ministra de Sanidad sigue en su plan de reducir los gastos mediante su política de cargarse a los clientes de la sanidad pública. El copago es la nueva medida, que ya muchas autonomías se niegan a aplicar -incluidas del PP- y el propio Consejo de Estado ya ha reducido al considerar poco legal aplicarlo a las ambulancias de urgencias.

Este desconcierto personal se acrecienta cuando intento conocer algo sobre la Ley del Aborto, que nadie apoya por ser demasiado restrictiva o permitir demasiado, en un ejemplo más de la ineptitud que demuestra un ministro de Justicia que se ha destacado por enfadar a todos y no resolver nada. Y de la educación ni hablamos. Para qué, si todos vemos la mediocridad que nos gobierna.

Al menos no me encuentro solo. Sé que mi desconcierto está compartido por un presidente del Gobierno que no sabe gobernar y espera que todo se resuelva solo; por un Partido Socialista que espera que el PP se hunda solo; por un panorama político catalán metido en el mesianismo cargante; y por muchos ciudadanos que lo único que piden es trabajo.