Mientras Mariano Rajoy era bendecido por el emperador de Occidente y su corte de capitales, ardía Burgos y se encendía una nueva brasa de indignación en los ánimos silentes al confirmarse que la crisis ha hundido todos los sueldos excepto los directivos. La famosa brecha. Los mandos intermedios han sido quienes más han perdido. Les ha llamado el gran jefe para decirles: para salvar la empresa todos debemos hacer sacrificios, y quienes más cobramos más debemos contribuir. Pero luego ha resultado que los grandes jefes cobran como nunca y son los únicos que mejoran su capacidad adquisitiva por encima de la inflación. Mi respeto hacia las excepciones, pero la regla subleva mientras arde Burgos y Rajoy es bendecido en Washington.

Arde Burgos por la subversión organizada del anarquismo internacional, o algo parecido, según fuentes oficiales, o porque la gente se siente insultada, según reporteros a pie de calle. Algo habrá de lo último, porque el alcalde ha paralizado las obras de la polémica. El asunto se parece al de los directivos: en plena crisis, cuando falta dinero público para mantener abierta la guardería del barrio, el ayuntamiento emprende la construcción de un bulevar que cuesta varios millones de euros y convierte el aparcamiento gratuito en parking de pago. Sensación de reparto injusto. Al alcalde le ha pillado por sorpresa, dice que el asunto se había negociado con todo el mundo. Se nota que los mecanismos habituales de gestión política no funcionan correctamente en estos tiempos que mezclan la desmotivación con la ira. Pasamos de los políticos (valoración: 1,9; «muy deficiente») y ellos hacen lo que quieren, hasta el día que una bolsa de malestar revienta por sorpresa por cualquier motivo. Así no se va a ninguna parte, excepto al populismo autoritario.

Pero Rajoy está contento porque el emperador de Occidente y su corte de capitales le da palmaditas en la espalda y le dice: muy bien, sigue así. Al imperio le da igual el crecimiento de la brecha salarial, el descrédito de los políticos españoles y las noches ardientes de Burgos. Al imperio le interesa que España pacifique su riesgo bancario, que se conforme con lo del espionaje, y que dé las máximas facilidades al despliegue de misiles en la base militar de Rota, desde donde se vigilan África y buena parte del Mediterráneo. Lo demás son asuntos internos. Mientras no hunda al euro y no les cree problemas, le dirán: haga usted lo que le parezca.