La pugna jurídica entre el Juez Castro y el Fiscal Horrach gana en intensidad, y, como sucede en las peleas de verdad, todo vale para asestar un golpe decisivo al adversario. Esto rompe el acuerdo tácito de la curia de mantener un estilo solemne, un lenguaje escolástico y unos gestos contenidos para así marcar distancia con los legos no curiales. Castro y Horrach se observan, se miden, sueltan golpes, dan dos pasos atrás, avanzan, intercambian posiciones (instructor que acusa, fiscal que defiende) y la dinámica de su propia pelea va sustituyendo poco a poco a la de la causa que se instruye, todo ello ante la mirada del árbitro (la Audiencia) y del público. Puesto que los golpes que se dan son argumentos consistentes y con buena gramática, aireados por los medios, el público aprende. Yo veo mucha salud en esta buena pelea, aunque debo confesar que me gusta el boxeo, hoy tan denostado.