Seis años de crisis y ahora nos inundan con buenas previsiones y noticias positivas. Hacía falta. Ha sido demasiado tiempo de pérdida de servicios, recorte en los sueldos, precariedad del escaso empleo que se crea y crecimiento de la miseria. La sociedad quiere un respiro, empezar a pensar que hay una salida a la crisis, que esto no será eterno. Sin embargo, las buenas noticias pueden ser un arma de doble filo. Está bien que los datos macroeconómicos mejoren y que el dinero empiece a fluir, así como el empleo. Pero no nos olvidemos de dos cosas: la recuperación será lenta y todavía con fases dolorosas, y que la crisis se podrá repetir si no se resuelven los graves problemas que han salido a la luz con la crisis.

¿Qué hemos aprendido de la crisis? Ahora surgen libros por todos lados que nos muestran qué ha salido mal, por qué y cómo mejorar la situación. Pero lo verdaderamente preocupante es que no saquemos ninguna conclusión práctica de tanto sufrimiento. La corrupción parece no tener fin, la administración no ha mejorado su estructura o eliminado procesos, la educación sigue empeorando y los partidos siguen enfrascados en el ensimismamiento propio de quien se preocupa por la declaración grandilocuente y olvida el contacto con el día a día de la calle.

Vamos a salir de la crisis. Eso lo tengo claro. Pero me niego a aceptar que no haya servido para nada. Está claro que los grandes partidos y la mayor parte de la clase política apenas ha tomado conciencia de que la estructura social ha cambiado, de que la administración no debe ser la misma y de que la percepción de los ciudadanos es más clara de la realidad que hace ocho años, cuando nos nublaban los efluvios del boom inmobiliario.

Al final será la sociedad la que tiene en la mano forzar los cambios, con el voto, con la organización cívica para pedir reformas y la participación política que permita renovar viejas estructuras y partidos demasiados anquilosados. La reforma electoral es quizá una de las primeras exigencias, pero pocos tienen la valentía de abrir ese melón. España no está bien representada y con unas listas cerradas que dejan en manos de la dirección de turno del partido el gobierno del país. Hay que cambiar eso, entre otras muchas cosas. Esa es la lección por aprender.