Lo habíamos visto en bicicleta casco incluido, con delantal cocinando un gazpachuelo, disfrazado de hindú e incluso en bañador lanzándose a las aguas del puerto. Pero nos faltaba lo cotidiano. Esos momentos de intimidad en los que un alcalde deja de serlo y, como cualquiera, se lava los dientes o pone los pies encima de la mesa. Y De la Torre lo ha hecho. Conocíamos su agenda pública y ahora también la privada. El alcalde ha cruzado la frontera para ilustrar a los malagueños sobre sus duchas, ejemplo de austeridad y frío cálculo matemático. Es cierto que sólo lo ha descrito, ahorrándonos las imágenes, aunque la imaginación se activa sin remedio ante el detallista relato del alcalde. No es por tanto un ejercicio de exhibicionismo, aunque con él haya conseguido repercusión mediática en toda España. Con su transparente descripción, don Francisco pretende aleccionar a los ciudadanos y darles el secreto para combatir el tarifazo de Emasa: que el agua sube, pues cierre usted el grifo. No hay que ser ingeniero para llegar a esta conclusión.

Sin embargo, sus didácticas explicaciones no han gustado a la oposición, que lo tacha de showman. Dice la socialista María Gámez que, con su «esperpéntica» narración, De la Torre se ha puesto a la altura de Celia Villalobos y su «hueso del puchero». Otro ejemplo pretendidamente educativo con el que la en aquellos tiempos ministra de Sanidad pretendía instruir y calmar a la ciudadanía a partir de un ejemplo de lo más doméstico. Pero no son los únicos casos. El ansia formativa de nuestros políticos no tiene fin. Todo sea por llegar al gran público. Sin ir más lejos, ayer en el Congreso de los Diputados, las citas bíblicas fueron las protagonistas tanto en boca de Rubalcaba como de Rajoy. «Una palabra tuya bastará para sanarme», dijo el socialista refiriéndose al presidente del BCE, Mario Draghi, y a la prima de riesgo. «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra», le respondió el presidente del Gobierno a Rubalcaba. Puro espectáculo. Ahora sólo queda que el público dé su veredicto con encendidos aplausos o pitos. Ustedes deciden.