No hubo aplausos. Tampoco los buscaba. El malagueño Javier González de Lara demostró con su discurso como nuevo presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA) que ha elegido su propio camino para regenerar a una organización maltrecha, casi en banca rota y con casi toda la anterior cúpula directiva imputada por un delito de estafa por una promoción de viviendas sociales promovida por una fundación vinculada a la patronal. La crisis no sólo se ha llevado por delante más de 50.000 empresas andaluzas (y miles de empleos), si no que también laminó los valores intrínsecos del empresariado y de su organización ante los ojos de una sociedad cansada ante la falta de respuestas..

Ya lo avisó en los días previos para quien quisiera escucharlo: «Sin ética no hay éxito económico y empresarial». De Lara se desnudó, ante cientos de empresarios andaluces, con un discurso muy distinto al de sus predecesores, armado con mensajes rupturistas, muy programático; fue toda una declaración de intenciones de lo que debe ser la CEA quiere renovar para ganarse otra vez la confianza de la sociedad. Lo fácil hubiera sido tirar de manual, buscar el aplauso gratuito, la palmadita en la espalda..., pero el nuevo patrón de los empresarios andaluces disfruta con los retos, los asume con confianza y no quiere pisar esa moqueta con olor a naftalina que cubre el suelo de los despachos nobles de la sede de la CEA.

Javier González de Lara se apoyó en filósofos como Friedrich Nietzsche y Julián Marías para trazar un discurso repleto de mensajes que abundaban en la regeneración del empresariado, en la recuperación de los valores éticos, en la transparencia empresarial, en el rigor, en la humildad, en la austeridad e inquirió a los presentes para que hagan suya la acertada reflexión de Julián Marías de que «lo que más me inquieta es que en España todos se preguntan: ¿qué va a pasar ? Casi nadie se pregunta: ¿qué vamos a hacer?». Sólo de esta forma, siguiendo estas pautas de comportamiento, el empresario podrá volver a mirar a los ojos, sin desviar la vista, a una sociedad que espera -al igual que ellos- que vuelvan a crear riqueza y ese beneficio social tan necesario para escapar de esta maldita crisis que en seis años ha arrasado a Andalucía con una bochornosa tasa de paro y cientos de miles de empresas desaparecidas. González de Lara reconoció que ya no se admiten más declaraciones de intenciones gratuitas, y sí de personas dispuestas a trazar con valentía un rumbo diferente y firme que ayude, en colaboración con la administración pública y los agentes sindicales, a devolver algo de esperanza a una sociedad que asiste incrédula -y hasta pasiva- al desfile permanente de políticos, empresarios y sindicalistas por los pasillos judiciales de media España imputados en corruptelas y fraudes con dinero público.

Javier González de Lara no podrá cambiar todo esto. Seguro. Es casi imposible. Pero al menos no le tembló ese puño de hierro con guante de seda para ante una amplia representación del empresariado andaluz reclamar que la ética y la humildad son valores que también conducen al éxito aunque este camino sea más largo que el de los habituales atajos que sólo conducen a ser protagonista en los telediarios. Pero el que no intenta cambiar el rumbo de una maquinaria que zozobra no tiene éxito. Y González de Lara inició su propio camino cuando decidió con acierto que el acto de relevo de Santiago Herrero debería ser sólo para empresarios, sin la habitual representación de políticos o de los devaluados sindicatos andaluces. Sólo empresarios. Un primer mensaje claro y nítido de que llega para refundar una CEA desprestigiada, en bancarrota (piensan hasta vender su sede en La Cartuja) y que en 2013 tuvo incluso que realizar un ERE.

Uno de los empresarios malagueños presente en el acto comentaba con cierta ironía (¡qué verdad más grande!) que cómo debía estar el empresariado sevillano para permitir que un malagueño asumiera las riendas de la patronal. Ya hubo uno, y magnífico, el fallecido Manuel Martín Almendro, cuyo espíritu quiere ahora rescatar Javier González de Lara para afrontar este reto colosal.

Su suerte será la suerte de muchos. Será entonces cuando agradezca ese aplauso.