Especulan los comentaristas sobre el sentido de las deserciones, efectivas o en gestación, en el partido que reúne a toda la derecha española. No creo que el motivo esté en lo que el Gobierno hace, sino en lo que se teme que haga, en relación con los nacionalismos. Se barrunta que la pacificación de Euskadi lleve a alguna clase de medida respecto de los presos de ETA, y una negociación con Catalunya a una reforma de la Constitución encaminada a hacer sitio, al menos en parte, a sus demandas. Esos serían los detonantes para que los actuales movimientos aglutinen en una reacción en la que tomen cuerpo político, con ensayo general previo o prospectivo en las elecciones europeas. Se trataría, así pues, de una radicalización en ciernes del nacionalismo español, en respuesta a los separatismos. Visto así, el proceso no augura nada bueno. Y, lo que es peor, en perspectiva histórica nada nuevo.