Pobreza infantil: la caridad bien entendida empieza por casa

La pobreza infantil en España alcanza a casi 3 millones de niños (2.826.549 niños) que están en situación de exclusión. Ellos representan al 33,8% de la población infantil. El último informe presentado por la ONG «Save the Children» es francamente alarmante. España, es el octavo país de la UE con mayor tasa de pobreza infantil, a la cola de Bulgaria, Rumania, Hungría, Letonia, Grecia, Italia e Irlanda. Estos datos no sólo son alarmantes, sino vergonzosos…

Según las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), los problemas que más preocupan a los españoles son: la economía, el empleo y el futuro de España. Qué futuro puede tener un país del primer mundo, perteneciente al G8 que no protege y cuida a sus niños, a su futuro? Las consecuencias del desempleo de los padres han repercutido en el derecho a la alimentación, a la educación, a la salud, a la vivienda y a su vez, tiene un impacto brutal emocional en los más pequeños (como son los desahucios). La aplicación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño, es una obligación de los gobiernos para protegerlos y garantizar su desarrollo.

Las respuestas del Gobierno son insuficientes. El Estado debe garantizar los Derechos de la infancia. El Estado rescata a bancos, pero…¿y nuestros niños?

Proteger la infancia es una obligación y una inversión a futuro. La sociedad civil y el Estado son los responsables y deben asumir un compromiso ético activo. Los primeros presionando, para que los segundos gobiernen con equidad.

El modelo se puede cambiar si se pone una base social a la economía, para que los costes de los ajustes no recaigan siempre sobre los más débiles, y en este caso también los más indefensos: los niños. Simplemente se trata de aplicar «ética», a las desigualdades, y caridad a la codicia especulativa económico-financiera. La caridad es una fuerza extraordinaria que moviliza al compromiso con generosidad. La caridad va más allá de la justicia. Pero, señores gobernantes, no nos olvidemos, de que: «primero lo primero» (nuestros niños), y que «la caridad bien entendida empieza por casa…»

Silvina Calvo Lamas. Málaga