Ante el clima generalizado de incertidumbre que hemos vivido estos últimos años, no hay mejor antídoto que poner en marcha proyectos y proponerse, individual y colectivamente, objetivos ambiciosos y alcanzables.

Vivimos en una sociedad en continuo cambio, pero con poca capacidad de adaptación ágil a los retos que se nos plantean constantemente. Existe una clara disfunción entre lo que se demanda por parte de los ciudadanos y lo que se nos ofrece desde las administraciones públicas y desde la sociedad civil, en general. Prueba de la eficacia de lo contrario es que las administraciones más valoradas son las más cercanas a los ciudadanos y las empresas de éxito son aquellas que saben identificar las necesidades de sus potenciales clientes, y les ofrecen bienes y servicios acordes a sus necesidades.

En nuestro sistema educativo sucede lo mismo. Disponemos de unas universidades que generan licenciados y titulados con buena formación académica pero que en escasas ocasiones están en consonancia con las necesidades reales del mercado laboral, y que hace compleja su inserción en el mismo, a pesar de haber oportunidades. Habría que hacer un esfuerzo por ponernos en el lugar de los demás, en el ámbito público y privado, potenciando la inteligencia emocional colectiva. Disponemos de un futuro cierto en el que las expectativas de vida se incrementarán gracias a los avances en la medicina y a la probable socialización de la medicina preventiva, mediante análisis de ADN o similares, que permitirán tratar con antelación la predisposición genética a enfermedades futuras así como la conexión neurológica del conocimiento. Una vez que dispongamos de más años de vida y nuestro conocimiento pueda ser casi ilimitado, sólo nos quedará la gestión inteligente de nuestros sentimientos y emociones, difícilmente sustituible de manera artificial.

Tenemos que esforzarnos por establecer mecanismos constantes de adaptación inteligente a una sociedad cambiante, sin olvidar que somos seres humanos que debemos regirnos siempre con base en principios y valores.

*Pablo Atencia es abogado