La degradación del fútbol a los niveles del mercado del arte constituye una pésima noticia para la civilización, pero queda constatada en las últimas contrataciones. Jamás se sabrá cuánto costó exactamente el fichaje de Neymar, pero se une al madridista Bale sobre la frontera de los cien millones de euros. Curiosamente, es la misma barrera superada en fecha reciente por el tríptico que convertía a Francis Bacon en el pintor más cotizado de la historia.

La correlación entre los precios de astros del balón y de grandes maestros de la pintura viene registrándose a lo largo del último medio siglo, y ha sido sistematizada en Desayuno en Sotheby´s por Philip Hook, directivo de la casa de subastas. En los años setenta, cuando el Barcelona pagaba un millón de euros al Ajax por Johan Cruyff, el retrato velazqueño de Juan de Pareja se movía en el mismo orden de magnitud, con más de dos millones.

En la década de los ochenta, los sucesivos traspasos de Maradona al Barça y al Nápoles se movían en el mismo rango que los cielos irrepetibles de Turner, en ambos casos en torno a los cinco millones de euros. En los noventa se registra una revolución, porque los pintores clásicos son sustituidos por los modernos y contemporáneos. De nuevo, las subastas artísticas se limitaban a copiar el cambio de orientación del mercado futbolístico, que empezó a pagar fortunas por mediocridades. De este modo, Lentini, Shearer o Denilson se movían en la órbita del Dr. Gachet y los girasoles de Van Gogh, pese a la evidente superioridad de los citados tuercebotas.

Florentino Pérez ha incumplido clamorosamente su promesa de títulos. A cambio, igualó a Zidane y Ronaldo con Picasso, sucesor de Van Gogh. Ambos fichajes se deslizaron hacia la senda de los cien millones de euros, felizmente rematada en los mundos paralelos del pincel y el balón. De hecho, Munch y Cézanne han preludiado el estallido de Neymar y Bale, que cuestan lo mismo que Bacon.

La singularidad española consiste en que ha protagonizado el escalafón de los fichajes, sin rebajarse a participar en la adquisición de los lienzos estratosféricos. De hecho, el duelo entre los mercados artístico y futbolístico puede interpretarse como una competición entre magnates rusos y árabes por los picassos, mientras el forofismo español paga cifras equivalentes a los maestros que pintan con los pies. El PP ha consagrado esta fraternidad, al proteger el IVA artístico con la misma fiereza invertida en impedir que los clubes cumplan con Hacienda.