Dentro de poco caerá el telón y, en la penumbra del teatro, algún cofrade terminará por recoger las cuatro cosas que han quedado desordenadas en la vorágine que ha pasado por albacería. El pregonero con la pluma sangrante y el corazón cabizbajo, baja del atril. En la primera planta de una casa hermandad cualquiera un grupo de hermanos barrerá el trajín de las calles reflejados en pisadas, mientras otros recogerán las túnicas amontonadas en un rincón. En otra estancia, estarán vaciando el carbón de los incensarios y los más afortunados recogerán los restos de la petalada en el manto de Ella. El cansancio ya habrá hecho mella en todos y el silencio será el testigo de cierta tristeza.

Ya no se silbarán marchas mientras se limpia la plata y tampoco llegará el último nazareno despistado que aún no ha recogido su hábito, ni si quiera se hablará de los comentarios de Cuaresma, de políticas cofrades hechas evidencias o del buen tiempo de los domingos de traslados. El «Todo se ha cumplido» que recoge San Juan en su Evangelio se convertirá en presente. Todos los cofrades con nuestros pecados y nuestras virtudes habremos formado parte de esta espectacular representación, convencidos de que lo hicimos lo mejor que podíamos y sabíamos. Sufrida la catarsis, el propósito de enmienda tendría que ser ahora nuestra mejor túnica para vestirla el resto del año. Y no dudo que habrá intenciones de mejora. Vuelve la normalidad a nuestras vidas, si es que estas vivencias no son ya lo más natural en ellas, vuelve a comenzar la historia. Tendremos otro año para mejorar lo peor de este, para añorar encuentros y hasta para echar de menos los aprietos y carreras de última hora.

Tendremos otro año para prepararnos mejor, para solventar enredos, mejorar patrimonio y deshacer entuertos. Porque de eso se trata: cambiar. Cambiar para mejorar. Trazar la hoja de ruta de este año cofrade que está a punto de comenzar para hacerlo mejor. Todos. Aprovechemos ese momento tan especial que nos ofrece el anonimato del capirote o del varal. Que no resucite en balde en nuestros corazones. ¿No oyen? Se escucha ya casi el Regina Caeli, laetare€ de la Pascua. Ha llegado el momento. Cubrámonos con nuestro capirote, es hora de salir a dar profesión de fe. Buena estación de penitencia, hermanos.