En dos semanas, Bassim cumplirá un año. Yo tengo 21. Y mi hijo me ha cambiado la vida. Es mi fuerza y mi energía. Y gracias a él hoy estoy donde estoy. En los últimos meses mi vida ha cambiado mucho. No ha sido fácil: estoy sola y me las he tenido que apañar como he podido, aunque también he recibido muchísimo apoyo de algunas personas. Pero lo tengo muy claro: estoy muy contenta de haber tomado la decisión de tener a Bassim. Es lo mejor. Ahora me siento capaz de hacer muchas más cosas. Y tengo ganas de aprender, seguir formándome y ganarme un futuro junto a él. Aunque para llegar hasta aquí ha habido un largo camino.

Soy de Rabat, en Marruecos. Llegué a España con ocho años. Era la más pequeña de la familia y mi madre quiso enviarme a Madrid con mi tía porque creía que podría tener un futuro mejor que en mi país. Estudiaba durante el curso escolar y en verano bajábamos a ver a la familia. Me sentía muy bien aquí, una más. ¡Y hubo un tiempo que hasta casi se me olvida mi idioma! Pero no crecí especialmente rodeada de cariño, la verdad: no estaba en mi casa y eso es complicado. En aquel tiempo lo canalizaba dibujando, algo que creo que se me da muy bien. También me ha encantado siempre estudiar y he sacado muy buenas notas, pero tras acabar la ESO tuve que dejarlo. Por circunstancias familiares debí buscar un trabajo e irme a vivir sola. Fue una época diferente, complicada, pero también bonita: tenía independencia y vivía a gusto, e incluso podía enviar dinero a mi familia (en Marruecos se vive con tan poquito€); pero también sabía que necesitaba algo más, que debía estudiar para ganar estabilidad. Siempre he querido ser profesora, me encanta enseñar. O estudiar algo relacionado con la moda (aún recuerdo cómo lloré cuando me enteré lo caro que era estudiar el máster de Moda que me gustaba). Pero me quedé embarazada. Y el padre no respondió.

Casualmente, otra hermana de mi madre empezaba a vivir en Málaga, así que me vine con ella. Me parecía una gran oportunidad para empezar de cero. De formarme más, estudiar y trabajar. Nadie sabía mi estado pero, claro, al tiempo se enteraron. Hubo un poco de lío en la familia: nadie me veía preparada para tener a mi hijo, salvo mis hermanos, pero yo estaba más que segura. ¡Claro que estaba preparada! Tenía miedo, por supuesto, pero eran mayores las ganas de tener a alguien de mi familia directa conmigo, alguien en quien apoyarme. Así que no había dudas y Bassim nació a comienzos del verano de 2013 cuando yo tenía 20 años.

Un mes después, de nuevo por circunstancias familiares, tuve que salir de casa de mi otra tía. Ahora no podía trabajar, tenía un bebé recién nacido y me encontraba totalmente desprotegida. Y perdida: no conocía Málaga. La Policía Local me llevó a Puerta Única, un lugar donde atienden a las personas que no tienen casa. Allí me permitieron pasar una noche con mi bebé en un hostal. Y al día siguiente fui al albergue municipal, donde hay mucha gente como yo, sin un hogar. Y donde la educadora social, Marta, me ayudó muchísimo. Un día después me hicieron hueco en el piso de acogida de Málaga Acoge, donde estoy actualmente junto a otras dos mujeres de Marruecos y Nigeria. Nos llevamos bien.

He trabajado de camarera, pero ahora con mi hijo no es nada fácil. Tenía ya mucha experiencia y gracias a un curso de tres meses en Arrabal conseguí también un certificado profesional. Luego amplié horizontes. He realizado hace poco un curso de camarera de piso en Málaga Acoge. El apoyo de estas entidades es básico para muchas personas: me permiten poner las bases para construir mi propio hogar junto a Bassim.

Ahora estoy haciendo prácticas en un hotel de Torremolinos. El trabajo es duro, pero me siento muy contenta y he visto que hay muchas ofertas de empleo. Ojalá consiga pronto un trabajo que me permita estabilidad y poder salir adelante con mi hijo. Porque Bassim es hoy mi prioridad. Él es ahora mi familia. ¡Y cómo crece!

*Fátima Joumad es participa en los programas de Málaga Acoge