Es un temor subyacente en todos, sea cual sea su condición social o económica, si bien quienes gozan de espléndidas cuentas bancarias ni que decir tiene que afrontan la situación con un menor agobio, lo cual es ya en sí un estímulo para presentar cara a la adversidad que todo estado comatoso impone. La cuestión es que si va a caer enfermo este verano se precisará encomendarse a Dios. Va a necesitar la mediación divina si a partir de julio y hasta que llegue septiembre si tiene la desgracia que alguna patología grave le aqueje y tenga que recurrir a los servicios médicos urgentes del Hospital Clínico Universitario para poner coto a su afección con la prontitud requerida.

Un escrito presentado hace dos días en el mencionado centro hospitalario a sus más altos valedores por facultativos que en él ejercen sus funciones nos deja que no nos llega la camisa al cuerpo, sobre todo a los más viejos, como es mi caso, que por un sí o por un no vemos como nuestra salud se resquebraja por día, algo que se muestra más evidente en los meses con temperaturas extremas ya la provoquen el frío o el calor, como ahora es el saco.

La apreciación del estado de las urgencias en el dispensario en cuestión en los meses de verano por parte de los facultativos ha sido contundente: «catastrófica». Y en voz en grito lo han manifestado en los accesos al área policlínica. Se podía decir menos alto pero no más claro. Se han manifestado haciendo hincapié en «los negligentes y deficientes recursos» que necesariamente, piensa uno, tienen que incidir en la atención dispensada a quienes solicitan ayuda de manera apremiante. Tal es el recelo provocado porque esta asistencia flaquee en los momentos cruciales de la vida del enfermo que no han dudado en dejar constancias escritas sobre su descargo en casos que se le exijan «responsabilidad civil o penal «por estas circunstancias extremas. Se han curado en salud, y nunca mejor dicha la aseveración. Es comprensible su actitud, como lo ese otro testimonio de que «de los escarmentados nacen los avisados».

Reducción de plantillas, ausencias de refuerzos médicos, excesos de jornadas, entre otras irregularidades entre las que destaca que el número de galenos en urgencias del Clínico sea, por ejemplo, el mismo que atiende a las del centro de salud de Rincón de la Victoria -un núcleo de población infinitamente menor que la de Málaga capital- no deja de pesarnos como una losa a los que en la salud se refiere dejamos mucho que desear.

Años atrás viví la experiencia de esperas interminables en urgencias de un hospital. Una situación horripilante que no deseo ni para mi peor enemigo. Cabizbajos andamos, oiga.