Vivimos en un mundo cada vez más repleto de desigualdades y en el que los poderes públicos, paulatinamente, recortan derechos a los sectores más desfavorecidos y benefician cínicamente a los mejor posicionados.

Atravesamos tiempos de absoluto desengaño político, de hartazgo, de desánimo e incluso de rabia ante las decisiones de gobernantes diametralmente alejadas de las personas, más centradas en perpetuar el actual y claramente fallido sistema político-económico y en mantener sus privilegios y los de sus afines, que en llevar a flote al país que representan y a la ciudadanía a la que deben su razón de ser.

En este escenario de indefensión social, la labor de las ONG es necesaria para contrarrestar la carencia de empatía y responsabilidad de nuestros/as representantes con los problemas de la gente. Sin embargo, estas organizaciones también atraviesan momentos complicados y de grandes recortes que dificultan su viabilidad, por lo que la colaboración ciudadana es, cada vez, más necesaria.

En consecuencia, entiendo el voluntariado como una obligación moral y una de las escasas formas legales que ciudadanas y ciudadanos tenemos para mostrar nuestro desacuerdo con las injusticias y actuar para cambiarlas. Como un acto de responsabilidad y compromiso frente a la falta de garantías sociales existente, una necesidad individual de cooperación para lograr un modelo sostenible y equitativo.

Creo errada la concepción de voluntariado como forma de ayuda, cuestión de caridad o de auxilio. Quizá a los gobernantes les conviene esta forma de entender la cooperación social; prefieren una ciudadanía aletargada e inactiva que sienta pena ante las desigualdades y practique la caridad en lugar de actuar y trabajar para cambiar el sistema que origina esa falta de equidad. Una ciudadanía que no cuestione a la «clase política» y espere de forma pasiva que cumplan con su deber o rece para que se produzca la intervención divina de algún dios.

Quizá sea el momento de darnos cuenta de que otro mundo mejor es posible y necesario. Es responsabilidad de todos y todas trabajar para alcanzarlo.

Con o sin la ayuda de los poderes públicos, en la medida de nuestras posibilidades y bajo las siglas que más nos gusten (o sin ellas):

¡Actuemos!

*Fátima Gálvez Ruiz es voluntaria de PRODIVERSA