No ha sido un fin de temporada cualquiera. La erosión, el desgaste y por qué no decirlo, la falta de ilusión y fuerzas para iniciar cada verano un nuevo proyecto, esa cuesta arriba que cada mes de agosto se presenta con una pendiente más pronunciada, casi insalvable, no ha podido con la tenacidad y la firmeza de dos personajes que pasarán a la historia de nuestro deporte.

Veinte años, se dice pronto, para los incombustibles Diego Carrasco y Carmen Morales. Veinte años de lucha, de enormes sin sabores, de lágrimas desconsoladas de un técnico que vivió no hace mucho como el Perdoma canario le robada el ascenso en Carranque cuando lo tenía todo de cara. Año sabático y vuelta a los ruedos, con una cuadrilla de grandes maestras que se marcharon a Oviedo hace pocas semanas como el que va al matadero. Enfadadas, enrabietas por una decisión que no entendían, se comieron al anfitrión de la fase de ascenso para devolver a Málaga, a su Málaga Costa del Sol, a la máxima categoría del balonmano español.

Faena de nobles toreras para festejar el veinte aniversario del club. Momento idóneo para recomponer la entidad. Para afianzar una estructura que necesita de su propia cantera.

Tampoco le han ido mal las cosas al CDC Los Olivos. Las chicas del club colegial se han colocado por derecho en la División de Honor Plata, para acompañar el próximo año al Fuengirola de otra figura del balonmano malagueño por el que no pasan los años, el alma mater del club «Chema» Jiménez.

Con velocidad de crucero, las mujeres del club malagueño se han subido a un barco necesitado de apoyos económicos y en poco más de tres semanas han superado los 200 abonados. Llenar el Pabellón Fray Francisco Baños sábado a sábado se ha convertido en el principal objetivo de las agustinas, que esperan encontrar precisamente en las familias del centro educativo uno de sus principales sustentos y apoyos para la próxima e ilusionante campaña.

Otros en cambios han pasado de la gloria a la desesperación. Y tirarán la toalla. El Ciudad de Málaga no competirá la próxima temporada en la tercera categoría del balonmano español. Las insistentes gestiones de sus directivos no han dado sus frutos y en los próximos días buscarán cobijo nuevamente en la Segunda División.

Duelen los nudillos de pegar en decenas de puertas sin encontrar respuestas positivas. Algo falla. La tercera categoría del balonmano español se mueve en el limbo. Es poco o nada atractiva para los patrocinadores y queda muy lejos de los planes de ayudas institucionales. Ni convirtiéndola en una competición de ámbito territorial es sostenible dentro del paraguas de la Española, ya que los costes sólo de arbitraje se alejan muy mucho de lo que se viene abonando por jugar un escalón por debajo.

Las dimensiones de nuestra comunidad también la convierten en una competición excesivamente costosa. Y es que probablemente resulte más cómodo viajar de Málaga a Madrid que desde Lepe a Almería, aún estando dentro de la misma comunidad autónoma. Cosas de esta geografía andaluza.

La crisis económica y una dudosa gestión se han llevado por delante 23 años de historia de balonmano en Valladolid. Ya lo vivimos en Antequera. La Liga Asobal se sigue quedando huérfana de míticos conjuntos para dar paso a nuevos clubes sin esa carga económica que los convierte en proyectos inviables.

Una liga enferma, con una imparable metástasis, que tiembla cada verano. Lamentablemente caerán algunos más. La estabilidad llegará cuando todos compitan en las mismas condiciones. Sin deudas, dentro de un ámbito amateur. Sin la presión económica que los asfixia. Asobal nunca será lo que fue salvo milagro, pero al menos sería bueno y positivo para nuestro deporte dejar de emitir señales de debilidad y pobreza.

*Raúl Romero es delegado en Málaga de la Federación Andaluza de Balonmano