No quiero que la gente piense que malgastamos el dinero de los contribuyentes o que nos llevamos el dinero pese a haberlo hecho mal». No, no son palabras de Del Bosque, ni de Villar, sino de C. Prandelli, seleccionador de Italia en el Mundial, formuladas en el momento de su dimisión. También ha dimitido el presidente de la Federación italiana de fútbol. Ya se sabe que ni Del Bosque ni Villar han sido responsables de que la Selección haya preparado excelentemente el Mundial, jugando durante los últimos 12 meses partiditos a miles de quilómetros contra potentes selecciones, como Guinea, Bolivia y El Salvador, ni de la elección del lugar de concentración en Brasil, con temperaturas a 15°, para luego jugar los partidos a 30°, ni son responsables de la gran armonía entre los jugadores, algunos de ellos ninguneados por el núcleo duro mercenario («cosillas», según Del Bosque) y con jugadores que amenazan con cortar la cabeza a algún periodista. Con respecto al seleccionar algunos jugadores talludos y faltos de forma, para dejar en casa a otros más jóvenes y en mejor forma, así como a la intensidad de los entrenamientos y la táctica de los partidos, sin tener respuestas a lo que hacían los holandeses y chilenos, por supuesto que Del Bosque tampoco es responsable en absoluto. Ya lo dijo: no hay que buscar culpables. Como tampoco por la humillante y pobrísima forma de quedar eliminados en Brasil. ¿Qué hacen Del Bosque y Villar ahora? Pues seguir, per saecula secolorum, eso sí cobrando un modesto sueldo, con alguna que otra dietilla, y teniendo su pensamiento y corazón siempre en los jugadores, en el fútbol de «la roja» y en bastantes miles de personas ilusionadas con su Selección que apenas pueden llegar a fin de mes.