El archivo de la denuncia contra los presuntos violadores de la Feria, por parte de la jueza de Instrucción número 2 de Málaga, y el silencio al respecto del abogado de la acusación particular, una vez más ponen boca abajo un barco que parecía que sólo podía navegar boca arriba. Las informaciones publicadas sobre las exploraciones que le hicieron en el Clínico a la joven presuntamente violada, determinaban que había sufrido penetración anal y presentaba desgarros. La muchacha también prestó declaración acompañada por técnicos del Servicio de Asistencia a Víctimas en Andalucía (SAVA), y sus padres y ella requirieron atención psicológica. La solidaridad y la indignación de la mejor gente de la sociedad acompañaron su llanto y rezaron para que superara un trauma semejante.

Se publicó que, tras ser detenidos, los acusados confesaron ser los autores de los hechos (dos de ellos habían preguntado después de haber cometido la brutal agresión, extrañamente o con un cinismo temerario inconmensurable, por una parada de taxis a un policía local). Los presuntos agresores, cinco (cinco contra una, machismo y violencia a la quinta potencia), pertenecían a una barriada del extrarradio con graves problemas de inserción social, la Corta; la chica no. Tenían tatuajes, piel cetrina, la etiqueta más sombría hecha carne de delincuencia para no encontrársela nunca a la vuelta de la esquina, sobre todo yendo sola. La secuencia que se nos explicó fue brutal. Supuestamente, mientras se producía la violación múltiple por al menos dos de ellos, detrás de una atracción cerrada y sin que nadie pudiese oír ya a esa hora sus gritos (eran las 7 de la mañana del trasnoche del primer sábado de Feria en el recinto del Cortijo de Torres), los dos menores la grababan con el móvil que le habían robado a la víctima. Aterrador.

Mientras la noria seguía (y sigue) subiendo y bajando, el rifirrafe político colocaba al alcalde De la Torre en lo más alto por su incontinencia verbal al intentar proteger la imagen pacífica de la Feria de la ciudad más que escenificar el dolor por lo sucedido, argumentando que se producen mil violaciones al año en España. Sus posteriores declaraciones de búsqueda de responsables en los profesores que habrían tenido los violadores sólo cerró el círculo del desatino.

Pero a qué jugaba esa chica. Cuántos chupitos llevaba en el cuerpo. Cuando la encontró la policía lloraba sólo por el miedo a ser descubierta por la grabación o al ser consciente de cómo fue «desgarrada», sola entre cinco. Pero qué es un desgarro. Por qué fue difundido como indicio criminal y no sólo como consecuencia de un acto sexual consentido. Qué pasó en la Feria€