Va veloz el tren, como la vida misma. ¿Cuánto nos puede acontecer en unos instantes? Cómo de buenas a primeras te quedas emocionalmente «petrificado», nunca mejor dicho en mi caso. Se acaba de morir unos de los mejores amigos que he tenido a lo largo de toda mi vida y, probablemente, uno de los tres que más afecto y sensibilidad me ha demostrado desde que supimos, como el escribió, que éramos amigos para siempre, algo así como «que nos conocimos como adversarios políticos en el Ayuntamiento de Málaga y, como era natural, pronto supimos ambos que tal circunstancia -la de la rivalidad oficial- era secundaria y, poco después, totalmente irrelevante ante multitud de sueños y de complicidades morales que uno en otro fuimos descubriendo», lo que ha sucedió hasta estos mismos días.

Me acaban de dar la desgarradora noticia y, paralizado, en un instante se agolpan sentimientos y recuerdos. Vuelvo urgente a nuestra Málaga. No cesan las llamadas, las atiendo como puedo y me piden unas palabras. La verdad, no me salen como yo desearía pensando en él. No puedo concentrarme para sintetizar tanto cariño, tantos valores, tan excepcional personalidad.

Es, no quiero decir «será», mucho el profundo afecto, que nos une, el que permanecerá para siempre, hasta mi último instante consciente en esta vida.

Con el dolor en aumento, la realidad no se asimila. Siguen en imparable cascada los recuerdos, los momentos vividos, los instantes inolvidables. Puedo dar fe y la doy que junto a su nombre, con su nombre y por su nombre, toman una dimensión justa y cabal, no ya tan sólo palabras, sino conceptos como libertad, dignidad, democracia, altura de miras, tolerancia, diálogo, sensibilidad, inteligencia, cultura, preparación, talante y talento, cortesía, caballerosidad y tantas y tantas más que, como una sola de las citadas, es suficiente para definir la grandeza y singularidad de una persona.

No se me aparta el recuerdo de María y de sus hijos, de todos los suyos, de tantos amigos a los que distinguió con su amistad y sí le dieron la suya clara y limpia. El dolor sigue creciendo. ¡Dios mío! Gracias por haberme dado un amigo tan excepcional.

Permite que este creyente, asimilada la tremenda despedida que hoy se acaba de producir, escriba, oportuna y adecuadamente, lo que moralmente está obligado a dejar bien claro ante ciertas mezquindades e injusticias cometidas.

*García Maldonado fue concejal de UCD en el Ayuntamiento de Málaga en 1979 y es actual presidente de la Asociación de la Prensa de Andalucía