La campaña electoral española podría desarrollarse en Grecia. Dentro de pocas semanas la república helena celebrará elecciones generales con la nueva izquierda de Syriza como favorita. Syriza es el acrónimo de Sinaspismós Rizospastikís Aristerás, Coalición de Izquierda Radical, un grupo que responde a su nombre y que no hubiera salido de la marginalidad sin la quiebra financiera del estado y las duras condiciones impuestas por el rescate de la troica, aceptadas casi sin rechistar tanto por la derecha de Nueva Democracia, que gobernaba cuando se falsearon las cuentas públicas para entrar en el euro, como por la izquierda del Partido Socialista, que gobernaba cuando se pactó y aplicó el plan de extrema austeridad. Hundido el prestigio de los socialistas, que además padecen una grave fractura interna (el antiguo primer ministro Papandreu se ha fugado para crear su propia formación), su espacio lo ha ido ocupando esta nueva izquierda radical que cuestiona el rescate y quiere renegociar la deuda pública, básicamente en manos de otros gobiernos europeos. La alternativa, dice, sería el impago selectivo. Esta gente puede estar gobernando Grecia dentro de unas semanas, y los ministros de Finanzas de la zona euro no están nada tranquilos.

No hay dos países iguales ni por tanto dos partidos idénticos, pero si algo se parece a Syriza en España es Podemos. La formación de Pablo Iglesias también surge como reacción a las políticas de austeridad que han unido a populares y socialistas, con el ingrediente propio de la corrupción. Como la coalición griega, el nuevo partido español bebe en las fuentes de la izquierda radical -una izquierda a la izquierda de la izquierda- y cuestiona la deuda pública y su legitimidad. Ante ambos, las voces de la política y la economía clásicas auguran el desastre si llegan al poder. Por ello, la victoria electoral y la formación de gobierno en Grecia por parte de Alexis Tsipras, el joven (40 años) líder de Syriza, sería tomada en España como un adelanto de lo que podría ocurrir si Podemos llegara a ser la primera fuerza en las elecciones generales a celebrar entre noviembre y enero. El éxito o el fracaso de la experiencia griega durante este año constituirían por ello el mejor argumentario tanto a favor como en contra de sus equivalentes. Hasta ahora Podemos tiene derecho a afirmar que con «los de siempre» no nos ha ido nada bien; si Syriza manda en Grecia a partir del mes que viene, tendremos algún indicio de donde puede conducir la alternativa.