Rajoy es el candidato con menos credibilidad desde la Transición; al menos es lo que dicen las encuestas. En Andalucía, una encuesta que no se hará pública, señala que Moreno Bonilla, el candidato del PP a la Junta, es conocido sólo por el 60% de los andaluces y tiene una valoración del 2,8%, tal cual Rajoy. En este mismo trabajo se asegura que Susana Díaz roza el aprobado (4,8%) y es conocida por el 89% de los andaluces. Y sorprende que Podemos, sin líder conocido en Andalucía, sin programa pero con presencia activa en la red, obtenga un 17,5% de intención de voto de celebrarse ahora las elecciones y Pablo Iglesias consiga un aprobado raspado (5,2%). Y puede que esta falta de credibilidad del presidente se incremente a sabiendas de que ha dado órdenes concretas de no pisar avispero alguno orillando polémicas leyes (la del aborto, por ejemplo) que podrían, incluso, rebajar sus perspectivas electorales, basadas tan sólo en una recuperación económica muy débil, sin que llegue a los ciudadanos de base. Rajoy seguirá gobernando a golpe de decreto. Un pato cojo, al estilo de la presidencia americana, pero en un solo mandato.

De este trabajo como de la coincidencia con otras encuestas, entre ellas las del CIS, sorprende que nunca un presidente de España tuvo tanto poder con su enorme y potente mayoría absoluta en el Congreso y, sin embargo, sea patente su escasa credibilidad como presidente del Gobierno; o quizás, por eso. Este poder omnímodo se extiende también en autonomías, ayuntamientos y diputaciones. En Andalucía gobierna en las ocho capitales de provincias y en las diputaciones salvo Sevilla y Jaén. Es tanto su poder en Andalucía que el 64,9% de los habitantes andaluces están regidos por un alcalde del PP. Haber dilapidado tanto poder es cuestión de analistas, pero de las encuestas conocidas hay algo claro: Rajoy no genera confianza, no parece la persona adecuada para seguir dirigiendo España y sus recetas para salir de la crisis social que afecta a los más desfavorecidos no son creíbles, siendo además el presidente que mayor fractura social ha generado en España desde la Transición. Pero Rajoy, ducho donde los haya en capear temporales, ya tiene dicho que «sólo ellos o el caos», en referencia a Podemos, la fuerza política que alimenta el PP con sus viscerales críticas, en detrimento del PSOE. Y además se agarra como a un clavo ardiendo cuando nos amenaza con las siete plagas en caso de que la izquierda radical, o sea Podemos, se alce con la victoria, aunque la formación de Iglesias tenga más que difícil el gobernar. El PP ha lanzado dos torpedos a la base de los socialistas: potenciar a Podemos y anunciar la gran coalición de PP y PSOE. El abrazo del oso.

Con estas previsiones (son encuestas, no se olvide) se inicia un año electoral en el que no habrá elecciones andaluzas, salvo que se le cambien los cables a la presidenta, algo no habitual en esta política, cada vez más sólida y que tiene los pies en el suelo, y decida adelantarlas. El tiempo de Díaz a nivel nacional no ha llegado; ahora le toca vigilar y tener una presencia activa no sólo en su partido, sino también en los grandes asuntos de Estado, mucho de los cuales afectan de forma directa a los andaluces, caso de la financiación y políticas activas de empleo; y en dos problemas en los que es necesario tener ideas claras: Cataluña y la necesaria reforma de la Constitución. Por eso Susana Díaz debe estar vigilante y tener una presencia activa y no simbólica en Madrid (La Moncloa) y en Bruselas donde se dirime en gran parte el futuro de nuestra comunidad. Su anunciada visita a Junker debe ir por este camino. Que lo haga también en su partido es algo normal, no en vano representa a la mayor a la mayor confederación socialista de España, la andaluza.

P.D. (1) Peligro. Podemos empieza a ser casta o, peor. Pablo Iglesias, a lo búlgara, ha conseguido que la práctica de la totalidad de las candidaturas respaldadas por él vencieran en los municipios a los que se presentaban. Entre las grandes capitales, Málaga ha sido la excepción con Vargas.

(2) ¿Cómo podrá despojarse de sus vestiduras de vicepresidente Diego Valderas en su prometida visita al Sáhara? Ni poniéndose una chilaba.

(3) Je suis aussi Charlie. No nos callarán.