Aunque el bebé no lo recuerda, la primera vez que los demonios intentaron enseñarle el camino fue cuando con sólo unos meses agonizaba boca arriba y desnudo sobre la cama de matrimonio. Seco, con el pellejo esculpiendo sus huesos y los ojos fuera de cuencas por la deshidratación, consiguió subir del infierno agarrándose a las últimas lágrimas de sus padres.

De vuelta a la cuna desarrolló un ritual para conciliar el sueño sin caer en las tinieblas. Se impulsaba con los brazos de un lado a otro del catre para mecerse sobre su propia espalda mientras tarareaba sus propias canciones. Sólo el agotamiento vencía al nene para alivio de sus dos hermanos en un protocolo que repitió todas las noches durante los siguientes quince años.

Cuando la escoliosis, el trastorno alimentario y el déficit de atención eran irreversibles, las sombras decidieron salir de casa para acecharle en el exterior. Como aquella vez que con apenas tres años desapareció del coche familiar recién aparcado en la calle Ventura de la Vega. Sus padres tuvieron que cruzar la avenida Juan Sebastián Elcano, la calle Bolivia y un buen trecho de playa para encontrarlo media hora después sentado solo en una mesa de El Cabra con una fanta y los puños llenos de chanquetes. O como cuando aceptó la invitación de volar escalones abajo en la Giralda y aterrizar con los dientes en una de las enormes cadenas oxidadas del perímetro.

La persecución siguió en las aulas de los crucifijos, en el piano y en los libros. En la redacción y en los bares. En los coches o en las motos que se estrellaban con él a bordo y en las perritas que se morían prematuramente. Más apretaba la serpiente, más rápida la huida que no entendía de amigos ni amores. La velocidad del niño desesperó a los diablos, que esperaron en el silencio durante años hasta que le sorprendieron de frente en el pasillo del Clínico donde su progenitor esperaba que le atendiera un puto cardiólogo.

-La salud de tus padres no es infinita- le escupió el demonio más cabrón de todos a media sonrisa.

-Dime qué tengo que hacer.

-Sufre despacio.