En 2001 todos nos sentimos americanos, en 2003 todos éramos madrileños y hoy todos nos sentimos Charlie Hebdo, unidos frente a la barbarie y en defensa de la libertad de expresión de quienes utilizaban las únicas armas de la pluma y el humor contra la intolerancia y el fanatismo.

La semana pasada me equivocaba cuando escribí que había que defender la libertad de expresión aunque se utilice para hacer bodrios como la película The Interview que ridiculiza con sal gruesa al ridículo líder de Corea del Norte. Digo que me equivocaba porque la libertad de expresión, uno de los pilares de nuestra concepción del mundo, hay que defenderla aunque se use para blasfemar y que conste que a mi personalmente me parece que blasfemar es de mal gusto y de mala educación.

Salman Rushdie fue condenado a muerte por Jomeini por blasfemo tras la publicación de Versos Satánicos por entender que ridiculizaba al Profeta Mahoma. Theo Van Gogh fue asesinado por hacer un cortometraje crítico con el islam y ahora once personas han sido asesinados en Charlie Hebdo por publicar unas caricaturas del mismo personaje. Y es que la blasfemia está castigada con la muerte por la sharía y el islam carece de sentido del humor y de incapacidad para encajar críticas.

Nosotros no podemos ser indiferentes ante un ataque de este calibre a nuestros valores, a nuestra concepción del mundo y de la libertad, a aquello que en definitiva nos define como europeos. Por eso hoy estamos todos especialmente conmocionados.

Son muchas las cuestiones que me suscita este atentado terrorista y voy a referirme a algunas de ellas:

¿Tiene límites la libertad de expresión? En mi opinión no debe tener otros que los que imponga la ley y quien se sienta ofendido que recurra ante los tribunales. Como he dicho antes, la libertad de expresión debe permitir incluso la blasfemia y todo lo demás son restricciones inadmisibles que se hacen aún más odiosas cuando se convierten en autocensura por miedo a las consecuencias de lo que se pueda decir. No es ese el mundo en el que deseo vivir.

¿Es el islam una religión violenta? En principio no lo es pero muchos de sus intérpretes sí lo son, los que crucifican a sus enemigos en Siria, los que degüellan periodistas en Irak, los que asesinan a escolares en Pakistán o a corredores en Boston, los que atacan una cafetería en Australia o matan periodistas en Francia, sin olvidar que son musulmanes la mayoría de sus víctimas. Son muchas las preguntas que yo me haría si fuera musulmán...

¿Estamos seguros? No, no lo estamos. Una sociedad libre implica asumir riesgos e inseguridad porque no se puede vigilar todo en todo momento y porque hacerlo nos convertiría en un estado policiaco y orwelliano como Corea del Norte. No es tampoco así como queremos vivir. Pero aceptar un margen de inseguridad no quiere decir que estemos indefensos frente al terror pues son muchos los atentados que impiden nuestros servicios de inteligencia y nuestras fuerzas de seguridad.

¿Puede haber más atentados? Sí. El efecto imitación existe y los yihadistas se están revelando como maestros en el uso de las redes sociales. Europa combate frente al Estado Islámico en Siria e Irak y contra Al Qaeda del Magreb Islámico en el Sahel. Lo hace sobre todo Francia pero también España en menor medida. Y además somos Al Andalus y los yihadistas sienten la obligación de recuperar las tierras que un día estuvieron bajo la bandera del islam. No es broma. Hay europeos que regresan de Irak o de Siria duchos en el manejo de armas y que son peligro latente pues se pueden activar en cualquier momento (los asesinos de París han sido tan profesionales matando como chapuceros en su huida). Y son muchos otros los que en su fuero interno no condenan sino que aplauden lo sucedido y piensan que los caricaturistas se han llevado su merecido por insultar al Profeta. El riesgo existe y negarlo es inútil.

¿Por qué hay jóvenes europeos que se integran en la yihad? En mi opinión eso sucede porque se trata de jóvenes inadaptados en una sociedad que les excluye económica y socialmente. Chicos de barrios marginales sin trabajo y sin esperanza que son presa fácil de indoctrinadores que les ofrecen dar sentido a sus vidas, la integración en un grupo motivado por ideales, una autoestima y una dignidad que nunca han conocido y, como guinda si las cosas salen mal, el paraíso y las huríes. Para contrarrestarlo hay que mejorar las condiciones económicas y la integración social de estos muchachos marginados.

¿Son los musulmanes culpables? No, no lo son y es repugnante la reacción xenófoba de gentes como Le Penn o Farage, tratando de obtener réditos electorales de este atentado. Los únicos culpables son los terroristas. Por eso son condenables los atentados contra mezquitas o establecimientos propiedad de musulmanes. Una Europa envejecida seguirá necesitando inmigrantes que son, en su inmensa mayoría, gente decente que solo busca un futuro mejor. Pero al mismo tiempo, guste o no, es inevitable que la islamofobia crezca con atentados como el de París. Y aún será peor si hay más.

¿Cómo me gustaría que reaccionáramos nosotros? Haciendo un frente común frente al terror. Me gustaría que todos los periódicos y televisiones de Europa reprodujeran las caricaturas que han costado la vida a Charbo, a Wolinski, a Tignous, a Cabu y a los demás. Me gustaría que todos los musulmanes que viven entre nosotros y que son gente como nosotros salieran a la calle o se manifestaran masivamente en la puerta de sus mezquitas condenando este atentado, defendiendo la libertad de expresión y rechazando el asesinato de los blasfemos. Pero...

*Jorge Dezcállar es exembajador de España en EEUU