Una de las riquezas de la lengua castellana son aquellas palabras que tienen doble naturaleza, femenina y masculina. Las lindes o los lindes. La definición de linde en el augusto Diccionario Nacional de la Lengua Española de 1875 es sencillamente una delicia: «El término, contralímite o línea que divide unas heredades de otras». De ubérrimas heredades pues estamos hablando.

Cuando mi vecino, un cultísimo y políglota ciudadano neoyorquino, se acercó la otra mañana me temí lo peor: me preguntó por esa polémica que ha surgido en mi pueblo, sobre las posibles nuevas lindes entre Marbella y el contiguo término municipal de Benahavís. Parece que es un tema complejo y espinoso. Ese vecino pertenece a un grupo de residentes del barrio donde vivo en Marbella. Se emplearon a fondo entre los años 2000 y 2013 contra una faraónica edificación ilegal que se levantó en la época del Gil, amenazando tanto su bienestar como sus modestos patrimonios. Ganaron en el Tribunal Supremo. Mi vecino americano brindó con cava. Al final todo quedó en nada. Triunfaron, como suele ocurrir, los autores de la ilegalidad. Parece que gracias al nuevo Consistorio posgilista de Marbella y a una siempre enigmática Junta de Andalucía. Bueno, al fin y al cabo, otro monumento aparentemente dedicado al triunfo de la corrupción. Siempre evito recordarle a mi voluntarioso vecino aquella dolorosa experiencia. Y sobre todo evito hacerlo en inglés. Suena todavía peor.

Había leído mi vecino norteamericano en Internet una información muy completa sobre la posible aprobación de un polémico expediente que fijaría unos unos nuevos límites entre Benahavís y Marbella. Gracias al prestigioso periodista José Carlos Villanueva y su flamante publicación, Marbella Confidencial, dedicada a la información y a la investigación de cosas de mi pueblo, supo mi vecino que existía una fuerte oposición a estos nuevos límites. Según la información que había leído, parece que un posible cambio de lindes beneficiará a nuestros vecinos de Benahavís, en detrimento de los intereses de Marbella. Por cierto, parece que estos deslindes beneficiarían también a la alcaldesa de Marbella (residente en ese privilegiado lugar), a su esposo y a su familia, ya que las ordenanzas municipales de Benahavís serían mucho más generosas con la puesta en valor urbanístico de los 120.000 metros cuadrados que la primera familia de Marbella posee en esta cotizada zona, de inmenso valor paisajístico e incluso arqueológico.

No sería justo no citar aquí las tesis de los defensores de esta posible cesión por Marbella de 170.000 metros cuadrados de su término municipal. Su principal argumento es la existencia de un acuerdo de voluntades suscrito en 1985 entre ambos municipios. Se lo expliqué a mi vecino norteamericano lo mejor que pude. No fue fácil. Y de nuevo evité usar el inglés. La verdad es que todo hubiera sonado peor en ese aséptico y globalizado idioma.