El pollo de corral es amarillo y cuesta el doble que el pollo de mazmorra, que es pálido. Coges un paquete de pollo de mazmorra, presionas su carne con el dedo y compruebas que es flácida como la de un pez pasado de fecha. Estás antes un cadáver engordado por medios crueles. El pollo de corral, en cambio, más que un cadáver, parece un producto. Estoy en el supermercado con un envase en cada mano, sopesando la posibilidad de meter en el carrito el animal sintético o el verdadero. Una señora se me acerca y me dice: «Llévese el sintético, que tiene penicilina de verdad, a ver si se cura de una vez ese catarro». Lo de la «penicilina de verdad» es una alusión, supongo yo, a un lote de fármacos falsos recientemente incautados por la policía. Los fármacos falsos, ya se ha dicho en otras ocasiones, curan enfermedades imaginarias. Vienen a ser una especie de placebo ilegal.

Lo curioso es que se haya inventado el pollo con penicilina y todavía esté por descubrir la penicilina con pollo. A veces nos obsesionamos con una dirección y somos incapaces de ver las ventajas de la contraria. Ir a Benidorm está muy bien, pero volver de Benidorm resulta fabuloso. ¿Por qué entonces la gente habla más de ir que de volver? El supermercado está a rebosar porque es sábado por la mañana. Finalmente me llevo el pollo con penicilina, que está de cuerpo presente, y me acerco a la sección de huevos de gallina. Los hay de dos colores también: blancos y morenos. Intuyo que los morenos no llevan antibióticos. Son asimismo un poco más caros que los blancos, pero puedo pagarlos. Meto una docena en el carrito, para compensar la adquisición del pollo malo.

El supermercado resulta un ámbito curioso en el que tú mismo, sin darte cuenta, vas asignándote a una clase social y a un carácter. Si colocaran a un sociólogo en la caja, después de analizar tus compras, podría hacerte un perfil. Pero cuando voy a pagar, en vez de un sociólogo, hay una cajera que observa, con gesto de asco indisimulado, que haya metido un pollo barato y una botella de ginebra cara. Con el precio de esa botella, debe de pensar, podría comer pollo de corral toda la semana. Yo pongo cara de póker y ella expresión de censura. Cuando llego al parking me doy cuenta de que he olvidado las tónicas.