En una novela de John le Carré (Llamada para el muerto) un espía se suicida durante la noche. Cuando su colega (el famoso Smiley) acude al día siguiente a dar el pésame a la viuda, advierte que el fallecido había dado aviso al servicio despertador de su compañía telefónica para que le timbraran a una hora equis. ¿Alguien que piensa quitarse la vida a las tres se preocupa de que le despierten a las seis? Ahí empieza una investigación que aclara lo que en realidad es un crimen. ¿Alguien decidido a pegarse un tiro en la sien escribe antes la lista de la compra? Tal es la historia del fiscal argentino Alberto Nisman que estos días conmociona a Argentina.

En realidad, en una lógica de novela, digamos, existencial, uno puede cumplir con todas sus rutinas antes de abrirse las venas o de arrojarse por el balcón. Hay incluso gente que en el lecho de la muerte continúa preocupándose por las cuestiones domésticas más cotidianas (si Fulano se ha encargado de cerrar la llave del gas o de ir a Hacienda para resolver un papeleo). El hecho de que uno decida largarse de este mundo no significa que rompa con todos sus hábitos. Los hábitos nos protegen, no sabemos de qué, pero nos protegen. Los pequeños rituales diarios poseen una función salvadora. Si hago esto, no sucederá aquello. Si cada vez que escucho la palabra gripe cruzo disimuladamente los dedos, sobreviviré a la epidemia en curso. Un rito, con frecuencia, es más eficaz que una vacuna. De ahí la implantación de la costumbre. Cuando a Woody Allen le preguntaron por qué desayunaba un plátano todas las mañanas, respondió que porque un día que se lo tomó no le había sucedido nada. Si Woody Allen se suicidara (Dios no lo quiera) la tarde de hoy, llevaría en el estómago el plátano de la mañana.

Pero en el caso Nisman la lógica debe de ser otra. Seguramente, hizo la lista de la compra sin imaginar lo que le ocurriría horas después. La lista de la compra posee connotaciones sentimentales y románticas que están fuera de lugar en un suceso político como el que nos ocupa. Significa que al fiscal argentino debieron de suicidarlo como a otros, en la antigua Unión Soviética, se les hacía la autocrítica. Esa lista de la compra es la llamada para el muerto de Le Carré.