Andalucía sale de cuentas, o lo que es lo mismo, la presidenta andaluza hace sus «cuentas». Las suyas, no son las mismas que las de nueve millones de andaluces. Pero qué más da, «¡yo lo valgo!».

Ahora se preocupa por oír a los andaluces. Hace tres años el PSOE andaluz no quiso escucharlos, forzando un matrimonio de conveniencia con IU. Un socio dócil, subyugado por un plato de lentejas y que ha mirado hacia otro lado ante los escándalos de corrupción del Gobierno andaluz, vetando cualquier comisión de investigación. Vetando que se sepa la verdad. Impidiendo a los andaluces saber dónde se perdieron millones de euros. Un socio de gobierno al que a la postre, la del «yo lo valgo», sometió cual mantis religiosa tras el apareamiento.

A nadie ha convencido la burda excusa de la necesidad de adelantar elecciones, ni al propio PSOE. Es irresponsable y caprichoso y obedece a intereses personales adelantar unos comicios que paralizaría aún más la Administración andaluza.

Eso sí, no hay más ciego que quien no quiere ver. La presidenta dice a viva voz que finaliza la legislatura con la conciencia tranquila de haber hecho bien las cosas. No quiero pensar qué Andalucía tendríamos si su conciencia estuviese intranquila.

No es para estar orgullosos. Dejar una comunidad con una tasa de desempleo del 34, 2% cuando la media nacional es once puntos inferior, del 23,7%, no es para venderse a bombo y platillo. Dejar una sanidad colapsada, insufrible y tercermundista es, cuando menos, para sonrojarse. Discriminar a los empleados públicos andaluces respecto a los de otros territorios del país, para abochornarse.

Haber implantado durante más de tres décadas uno de los sistemas políticos más corruptos de Europa parece que es motivo de orgullo. Tanto es así que la presidenta andaluza insulta a nueve millones de ciudadanos aforando in extremis a los presuntos.

Muy segura debe estar de su «maniobra» de que será aclamada en las urnas, quizás el poder le haga tener esa percepción de la realidad. Pero no, ha errado, ha mentido. Los andaluces se han sentido engañados, su mundo no es el mundo de los ciudadanos, sus intereses no son los intereses de los votantes. Nadie ha creído que fuera necesario adelantar elecciones; ni los suyos ni sus aplaudidores.

Quizás el 22 de marzo próximo entendamos que el mayor problema de Andalucía somos nosotros mismos, los que elección tras elección amparamos a quienes gobiernan para sí mismos y no para los que decidimos. La presidenta de la Junta ha hecho sus cuentas, ahora toca a los andaluces hacer la suyas, y quizás haya descuadre.