os tres estamentos obligados a dirigir con tino, serenidad y acierto el fútbol español, Consejo Superior de Deportes, Federación Española de Fútbol y Liga de Fútbol Profesional, se han enfrentado en términos hasta ahora desconocidos. Miguel Cardenal pretende que desde el Consejo exista coordinación y transparencia. Villar quiere independencia total, estar al margen de las directrices generales y Javier Tebas está obsesionado por poseer todo el poder en lo que se refiere a la organización del fútbol profesional.

Villar ha renunciado durante tres años a la aportación económica del Consejo para el fútbol profesional con la teoría de que es preferible que ese dinero se destine a federaciones más pobres. Gesto plausible. En el fondo está la creencia de que sin dinero público su administración no tiene que someterse a inspección de ningún tipo. Villar cree que con el dinero que obtiene la Federación, sobre todo en los partidos internacionales de La Roja, no tiene porqué dar cuentas a nadie. Miguel Cardenal no lo entiende así, porque hay dinero para el fútbol base, y de ahí que desde la Federación se le tache de intervencionista.

El Consejo entiende que la Federación debe colaborar con los auditores externos «a los que hasta este momento no ha permitido completar su trabajo respecto al ejercicio de 2013». El Consejo se aferra a las obligaciones que tiene atribuidas por ley. Entre otras cuestiones, pide explicaciones sobre el dinero destinado al fútbol base. Ello es dinero público y desde el Consejo se defiende que ello «no es intervencionismo». Villar ha aprovechado el rifirrafe para anunciar su deseo de presentarse a la reelección.

En la reunión que mantuvo con su Junta Directiva se le calentó la lengua y, entre otros ataques arremetió contra Miguel Cardenal y Tebas y parece ser que a éste le calificó de gilipollas. Todos los acuerdos federativos fueron aprobados, pero algunos ya no contaron con la aprobación general porque ciertos presidentes se había ausentado.

La calificación de injerencia de la Administración es argumento que siempre sirve como búnker defensivo en la FIFA y UEFA. La primera, que tiene el poder omnímodo, siempre amenaza con descalificar a una Federación como ocurrió ya en 2008 con Jaime Lisavetzki en el Consejo. La amenaza de eliminar a la selección española en la Eurocopa hizo retroceder al Gobierno. Con Luis Aragonés al frente se ganó el título europeo.

Villar ha ido más allá ahora. Se siente tan fuerte y protegido que incluso ha amenazado con paralizar las competiciones. Y más aún, se ha dirigido a la UEFA para que destituya a Cardenal de las áreas de las que forma parte. El enfrentamiento es total. El antecedente político, que ahora no sirve de ejemplo, fue el decreto por el cual se prohibía que los presidentes federativos pudieran estar al mando más de dos legislaturas. Fue el decreto «antiPorta» que, posteriormente, fue eliminado y de ahí que Villar lleve ya más de veinte años al frente de la Federación.

Villar y Tebas no se pueden ver. El primero está molesto, entre otras razones, porque cree que Cardenal apoya más al segundo. El cruce de palabras que ha habido entre ambos son simplemente una cuestión periférica. En el fondo existe el deseo de poseer el mayor poder posible. A Villar nunca le ha gustado que la Liga le recorte competencias organizativas. El asunto es viejo. Ahora, desde la Federación, además, se entiende que a fin de cuentas, Tebas es simplemente un trepa que se valió de clubes de Segunda para ir ascendiendo. Villar abandonó su despacho de abogado en Bilbao que no le proporcionaba grandes beneficios por la presidencia de la Federación en la que además, ha escalado puestos en las organizaciones internacionales. Tebas no era un profesional de la abogacía con brillante provenir. El fútbol le ha servido para instalarse en un puesto bien remunerado y con un nombre en la sociedad española.

Los enfrentamientos han sido notorios en los últimos tiempos. Villar se negó a reunirse con Cardenal y Tebas para establecer las normas contra la violencia. Villar, por su cuenta, ha establecido las suyas y ahora tenemos dos reglamentos. De tal manera, que la Liga y la Federación tienen un delegado en cada partido. Ellos han de aportar a sus respectivos entes su opinión sobre lo sucedido en las gradas.

La cuestión ha llegado a extremos tan absurdos como que lo que dice el árbitro en su acta, respecto al ambiente, y lo que opinan cada uno de los inspectores no coinciden. Habrá que ver quien tiene el poder para la sanción y que y, consecuentemente, cuál es el informe decisorio.

Las opiniones de Tebas han servido para que en algún club se desconfíe de su labor en lo tocante a los gritos en las gradas. En el Valencia, por ejemplo, se entiende que se ha llegado lejos por lo gritado en el partido contra el Sevilla. Se aduce, entre otras cosas, que en el Madrid-Atlético, Isco propinó violenta patada a Gabi y el público aplaudió tal acto. Las discusiones, las diferencias sobre las apreciaciones de lo ocurrido en los graderíos, van a ser constantes. Los reglamentos no están bien definidos. Y los enfrentamientos entre Federación y Liga aumentarán las polémicas.