Podemos es el partido más corrupto de la historia de España, según el Gobierno Rajoy. La actividad criminal rampante en la formación emergente se agranda frente a la pureza del poder ejecutivo. El gabinete del PP presenta un currículum inmaculado, según demuestra la exhaustiva investigación periodística de los pecados de Pablo Iglesias y la nula atención a los ministros vigentes. Algunos ejemplos:

Mariano Rajoy. Nombra tesorero a Bárcenas, de quien recibe presumibles sobresueldos en negro. Preside un partido con caja B. Avala repetidamente a Ana Mato, envía sms de apoyo desde La Moncloa al icono de la corrupción. La esposa del presidente tiene un cargo en Telefónica.

Soraya Sáenz de Santamaría. Su esposo accedió a un cargo relevante en Telefónica. Extraña gestión vicepresidencial del «pequeño Nicolás».

Fátima Báñez. La imputación por la juez Alaya de dos hermanos constructores de la ministra apenas enarcó las cejas de los escrutadores. Fueron desimputados diligentemente.

Luis de Guindos. En un país no tan obsesionado por los delitos de Podemos, seguiría siendo descacharrante que el responsable económico hubiera estado al frente de Lehman Brothers en España y Portugal, cuando la entidad se hundió por el escándalo de las hipotecas basura.

Cristóbal Montoro. El lobo tributario y defensor acérrimo de las energías renovables contra el petrolero ministro Soria, tenía como clientes en su lobby privado a los gigantes de la explotación energética solar. Su hermano sigue siendo accionista de la empresa de presión, liderada por un hermano del jefe de gabinete del ministro de Hacienda.

Ana Mato. Fue expulsada del paraíso a raíz de un auto descarnado del juez Ruz, porque el oasis madrileño había aceptado con resignación las burdas explicaciones de la entonces ministra de Sanidad sobre coches, viajes y fiestas de lujo.

Arias Cañete. Es una canallada reprochar al exministro de Medio Ambiente su condición de accionista de la petrolera Petrologis Canarias S.L., así como la autorización poco después de su acceso al Gobierno de los sondeos en el archipiélago canario. Ya desmintió a los fabuladores que lo «ignora» todo sobre la marcha de la empresa.

Pedro Morenés. Las vinculaciones del desconocido ministro de Defensa con la industria del armamento llenarían este artículo. Había reclamado 40 millones de compensación a España en nombre de Instalaza. Era director ejecutivo de MBDA, que cuenta entre su distinguida clientela al Ejército español. Y así sucesivamente.

Jorge Fernández Díaz. Su excuñada fue detenida en la Operación Pitiusa de supuesta venta de datos. Así se destapó la tormentosa etapa del ministro del Interior como delegado del Trabajo en Barcelona. Todo insustancial, claro.

María Dolores de Cospedal. La secretaria general del PP pronuncia vibrantes alegatos contra la corrupción, mientras el juez Ruz destaca su papel en el entorno de Bárcenas a través de sus hombres en Castilla-La Mancha. Su esposo tuvo que renunciar al consejo de Enresa, con el Estado como accionista de referencia, ante la polvareda generada por una remuneración de 180 mil euros. Los negocios del cónyuge desbordan la cabida de este artículo. El hermano de la impoluta número dos del PP se vio obligado a rechazar los 70 mil euros de la Fundación Carolina.

Tomás Burgos. El secretario de Estado de Seguridad Social «es médico y experto en gestión sanitaria», según el currículum en la nota oficial del Consejo de Ministros, salvo que no era médico. Alimentó el equívoco y continúa en el cargo.

Jaime García-Legaz. Continúa de secretario de Estado de Comercio pese a su estrecha vinculación con el «pequeño Nicolás», sin alterar a los escudriñadores de Podemos.

Jorge Moragas. Los mensajes del jefe de gabinete de Rajoy jaleando a la expareja de un hijo de Jordi Pujol habrían ocasionado un escándalo, de no mediar el blindaje de la pureza del PP.

En fin, minucias. Nada comparable a la escandalosa corrupción de Monedero, que ha sido arrinconado por la cúpula de Podemos. Cargos públicos, no tenía ninguno.