Interesante e incierta campaña electoral. El PSOE de Susana Díaz sale con la convicción de que obtendrá una mayoría suficiente para gobernar otros cuatro años (y van....), pero saben que necesitarán pactar tanto para gobernar en coalición como para alcanzar acuerdos puntuales si las urnas les permiten volar en un gobierno en minoría. Las encuestas y sondeos (cocinadas y sin cocinar) le dan una ventaja de entre dos y seis puntos con el PP de Juanma Moreno, una distancia mínima teniendo en cuenta el impacto mediático y el grado de conocimiento tan dispar que tienen los dos principales candidatos a presidir la Junta de Andalucía. Una horquilla muy movible, pues hay tantas variables en juego que veremos cómo inciden en el voto oculto, en el voto del miedo, en el voto útil, en la abstención, en la participación en las grandes ciudades o en los indecisos. Esta vez la campaña sumará tanto como restará y cualquier fallo o desliz se pagará en votos.

El PSOE andaluz no se ha visto en otra igual. Acude a las urnas con la incertidumbre de qué harán los votantes de centro y de izquierdas debido a la irrupción de Podemos, que todavía no tienen calibrado del todo la factura que le pasarán sus votantes por los casos de corrupción como el de los ERE o el incipiente de los cursos de formación. Casi todos los estudios demoscópicos coinciden en que la fortaleza y auge de la formación de Pablo Iglesias es fruto del goteo incesante de casos de corrupción que afecta a los dos partidos mayoritarios y por el agotamiento de la sociedad ante una crisis económica que azota con virulencia a la clase media y hunde en el abismo a los jóvenes con tasas de paro superiores al 55 por ciento y con sueldos míseros. No hay más, ni necesitan programa los de Podemos para atraer votos de aquí y de allá, y en el PSOE andaluz piensan que el mejor antídoto es centrar la campaña electoral en la figura de Susana. No en Susana Díaz, no. Simplemente en Susana y, si es posible, sin que las siglas centenarias del PSOE, que cotizan a la baja, se exhiban por el rechazo o asimilación que conlleva con los casos de corrupción. Los ideólogos socialistas harán una campaña superpresidencialista, Susana y nada más, como mujer con sentido de estado, que lo mismo abraza a niños en guarderías, besuquea a ancianos en hogares de jubilados, que se calza el traje para sentarse con los banqueros y empresarios del Ibex 35 o acude al rescate de su partido en Madrid cuando se enreda con Cataluña o con el techo de déficit. Si por ellos fuera limitarían la presencia de Pedro Sánchez en la campaña andaluza y hasta de sus cabezas de lista. La marca es Susana y a ella se agarran con fuerza para evitar lo que podría ser una catástrofe para el centenario partido que fundó el primer Pablo Iglesias. Tendría retranca que Pablo Iglesias acabara con Pablo Iglesias.

Frente a este ciclón que dicen tener los socialistas, el PP de Juanma Moreno no dudará en exhibir la gestión y la fortaleza de sus alcaldes, y su candidato evitará meterse en los charcos que pisó Javier Arenas en 2012 cuando cargó contra los funcionarios públicos. Además, en el PP andaluz están convencidos de que hay partido e intuyen cierto nerviosismo entre las filas socialistas. Lo justifican al desmenuzar los datos de la última encuesta del Egopa, donde ven la mano de expertos cocineros. Al PP no le casa que si el 70% de los encuestados ven negativa la política económica del gobierno andaluz, el PSOE sea luego el partido más votado y el que más simpatía despierta. Tampoco les cuadra que en todas las encuestas nacionales Pablo Iglesias sea uno de los líderes más valorados, pero en el sondeo andaluz figura como el segundo político con peor nota. Pero quizás, lo que más llama la atención al PP es que mientras que en la oleada del verano de 2014, esta misma encuesta daba un empate técnico entre populares y socialistas, ahora le da seis puntos de ventaja a Díaz y un incremento de 10 puntos a Podemos, que según la citada encuesta sería a costa de la pérdida de votos del PP y algunos de IU, un trasvase que sociológicamente sería complicado de explicar, pues resulta casi inverosímil que una legión en bloque de votantes de derechas o de centro-derecha cambien su voto de un extremo a otro. Interesante e incierta la campaña andaluza, más cuando Ciudadanos también entra en juego.