Si la Corte Superior de un país extranjero investigara a quienes han desempeñado su presidencia acumulada durante un cuarto de siglo, sería lícito concluir que los jueces denuncian a la nación entera. Por tanto, el Tribunal Supremo impugna si no imputa al Gobierno de Andalucía en su conjunto. Anula la política llevada a cabo desde 1990, sin olvidar que Susana Díaz es la heredera genética de los imputados porque no ha sido promovida mediante unas elecciones. Las previsiones penales de una declaración en condiciones palidecen, frente a la evidencia de que ni el juez más osado acusa a figuras como Chaves y Griñán sin tomar las precauciones de rigor.

A partir de esta tesitura crítica, cabe preguntarse si son gemelos y no solo hermanos Antonio Hernando y Javier Hernando, los insoportables portavoces de PSOE y PP. Hunden la cotización de sus partidos respectivos en cuanto amenazan con impartir doctrina desde un púlpito. Bajo el simulacro de propinarse feroces arañazos, cabalgan juntos para desmontar el bipartidismo.

Chaves y Griñán, a quienes nadie añora y que ni siquiera suscitan el rencor de ídolos caídos como Jordi Pujol, han demostrado que el PSOE tiene imputados VIP. Nunca es un buen momento para dimitir, pero la superioridad impostada de los jerarcas socialistas viene contemplada en el apartado de incitación a los desórdenes públicos, en el pacto firmado por Rajoy y Pedro Sánchez. Porque de castas, haberlas, haylas aunque sea Monedero quien las denuncie.

En el capítulo de hoy, la dinastía de Chaves y Griñán no se da por aludida tras una imputación del Supremo. Se comportan como si todavía reinaran en su cortijo. En cambio, Tomás Gómez es obligado a dimitir con escarnio a raíz de un informe policial no sustanciado. Dada la exigencia suplementaria de limpieza que la izquierda exige a sus representantes según Felipe González, se agudiza el naufragio patente en los sondeos.

El comportamiento patrimonial de los imputados VIP contraviene las normas más elementales de la política de participación. La situación penal empeora al escuchar a Chaves presumiendo de que tiene «la conciencia absolutamente tranquila». Esta fanfarronada mide la calidad de su conciencia y sobre todo de su inconsciencia, amén de insultar a quienes votan sus siglas. El escepticismo ante la causa perpetua y universal instruida por la juez Alaya no disimula la evidencia de los millones públicos mal utilizados.

Dado que al PSOE le cuesta adaptarse a la nueva era, cabe recordarle que Chaves y Griñán deben dimitir aunque sean tan inmaculados como Rajoy, por citar otro ejemplo de honorabilidad contrastada. El campo de juego no viene definido por el Código Penal sino por la common decency de George Orwell, a traducir por la «vergüenza torera».

Frente a las acusaciones de perfidia por interferir en las elecciones, el Supremo ha actuado salomónicamente. La convocatoria a los dos inocentes sobreviene con la antelación suficiente para que su impacto se haya diluido cuando comience la campaña andaluza. El PSOE ha aprovechado el recado para dibujar el mapa de un partido del que debiera huir cualquier persona apellidada Gabilondo.