Una mujer desnuda no es una ofensa. Una mujer desnuda no es un pecado, ni un escándalo, ni una vergüenza. Una mujer desnuda es la vida, es lo natural, es la gracia. Una mujer desnuda no agravia más que a quien la mira contaminado, a quien difunde la imagen como si ella hubiese cometido un crimen de lesa humanidad, señalándola con el dedo acusador de los inquisidores y los puritanos. Una mujer desnuda no es una mercancía, ni un cartel electoral, ni una mancha. Una mujer desnuda es su propia libertad, su derecho sobre su cuerpo, a vivirlo y a sentirlo como le dé la real gana. Una mujer desnuda me da más confianza que un lobo oculto tras una corbata de seda y un traje caro.

Corre estos días por las redes sociales unas fotos, falsas al parecer, de Teresa Rodríguez, candidata de Podemos a la Presidencia de la Junta de Andalucía, desnuda en una playa nudista. Para perjudicarla, sus enemigos políticos (digo bien, enemigos, rivales es otra cosa, rivales es democracia, y de eso nos queda muy poco, apenas unas migajas) la difunden entre risitas de parvulario, de retrete de instituto, como si nunca hubiéramos visto una mujer desnuda, como si haberse desnudado alguna vez incapacitara para algo.

Yo no sé qué tal política será Teresa Rodríguez. Tampoco sé qué persona será, si buena o mala, si a ratos lo uno y a ratos lo otro, como todo el mundo. Sé que por ser mujer y por andar desnuda por una playa adecuada para ello (aunque, quizás, ni siquiera es ella) la están lapidando con la hipócrita moral judeocristiana que tanto daño nos ha hecho durante los últimos cinco mil años y de la que parece imposible desprenderse.

Si andar desnudo desacredita, todos estamos desacreditados de nacimiento, así que nadie venga ahora a ponerse digno con estas cosas y a taparse los ojos escandalizado. Si algo sucio hay en todo esto es usar la imagen desnuda de una mujer para desautorizarla, para denigrarla. La desnudez no es sospechosa de nada, ni de falta de moral, ni de falta de ética, ni de falta de capacidad. Es la mirada del otro quien pone toda esa porquería, es el machismo de caverna el que trata de convertir un acto de libertad en una deshonra, como siempre ha hecho el fascismo.

Una mujer desnuda no es una criminal. Una mujer desnuda no es una perversión. Tampoco es necesariamente una invitación. Una mujer desnuda es la naturalidad de su propia elección, de su independencia, de su albedrío, y quien quiera usar su imagen desnuda para menoscabarla es que solo la ha visto desde muy abajo, desde donde miran siempre los gusanos.