Estalló la Cuaresma y no hay quien la pare. Lástima, ojalá pudiésemos frenar en seco y detenernos para pensar en los dos mundos paralelos que rodean al cofrade durante estos días. La cara B de una cuarentena en redes sociales de bombardeo instantáneo. Insoportable, a veces. Del tedioso millón de carteles, actos, pregones, homenajes y presentaciones. La Cuaresma chismosa en busca de primicias, de filtraciones y estrenos a destiempo, la de las tertulias rancias y los debates quemados, sobrecargada de selfies y fotografías de cómo se montan los cultos, casi minuto a minuto. Todo ruido, cuando nos aleja de lo que realmente se esconde detrás.

La otra Cuaresma no se puede retuitear, porque está hecha de momentos y no se ojea a través de la pantalla de un móvil ni se descarga como mero entretenimiento. Ya saben; la Cuaresma de la que hablo es la que se respira en las distancias cortas. En el silencioso cara a cara con tu Cristo. Es el tiempo de la hermandad, si cuando, además de visitar los cultos, participas de ellos. Es el tiempo que se pasa entre albaceas, ensayos de hombres de trono en frías mañanas de sábado, o de noche y acabando a las tantas. La Cuaresma de los vía-crucis, las ojeras y la soledad de una capilla.

Y no es que se trate de cosas absolutamente incompatibles, ni mucho menos, pero lo cierto es que para el cofrade existe una parte que se antoja insustituible por la otra. O debería. De lo contrario, se corre el riesgo de que la Cuaresma se desvanezca entre las manos y de que acabe tras la resaca de los traslados, el Domingo de Ramos, sencillamente, perdida. Vivimos varias semanas fugaces en las que a veces se echa en falta la magia, la intimidad de los momentos de cofradía que transcurren despacio y quizás pecamos de querer saberlo y verlo todo, arrancándole a la Cuaresma su misterioso atractivo.

Pero aún estamos a tiempo. Lograr que estos cuarenta días merezcan la pena -para el cofrade y, por tanto, cristiano- siempre fue un reto. Hoy por hoy, más. Y, aunque ubicarse resulte complicado frente a tanto estruendo, basta con apartarse un poco para tomar perspectiva. Porque existen dos Cuaresmas paralelas pero, realmente, una meridiana: la de verdad, cofrade.

@pabloMapelli