El lector estará ya familiarizado con el vocablo smart city -ciudad inteligente- el cual se vincula a conceptos como sostenibilidad y nuevas tecnologías, y al que Málaga quiere verse asociada de la mano de empresas como EMT, Smassa o Endesa. Pero ese noble sueño ingenieril de flechas luminosas y redes interconectadas sobre un espacio isótropo puede en ocasiones entontecerse bastante, especialmente cuando se implanta sobre la ciudad real: la que contiene recovecos y piedras vetustas. Y fuentes del siglo XVII. Hace dos meses, en este mismo foro, escribía sobre el inoportuno hijuelo que le había brotado al poste informativo de Smassa situado delante de la fuente de Reding, arruinando completamente su visualización, y que estaba pendiente de su remate. Este columnista comunicó por escrito y a título personal tal circunstancia al Ayuntamiento, con la esperanza de que se reparase el desaguisado. Durante todo ese tiempo, el poste en cuestión ha permanecido descabezado, cual Gorgona víctima de un Perseo vengador defensor del patrimonio. Buena señal, pensé ingenuamente. Sin embargo, sin yo saberlo, en los almacenes ya estaba listo para su montaje el panel que debía coronar dicho poste, sobre el que hoy luce ya en todo su inteligente esplendor. Salió de las dependencias de la Sociedad de Aparcamientos rumbo a su ubicación final precedido por una carta que respondía al escrito presentado por mí. La carta portaba una smart-respuesta, y venía firmada nada menos que por el director-gerente. Ah, bien. Seguro que en ella se despejaría toda duda sobre la cuestión. Pero su contenido era más bien un homenaje a la España de Larra: «En relación a la queja poner en su conocimiento que se ha dado traslado al Departamento correspondiente de esta Sociedad». Ay, Málaga.

*Luis Ruiz Padrón es arquitecto