Esto de la intimidad parece ponerse cada vez más difícil. Y, todo hay que decirlo, los propios ciudadanos tenemos nuestra parte de culpa - y no es poca- al usar, por ejemplo, nuestros teléfonos móviles en cualquier momento sin que parezca importarnos lo más mínimo que los demás oigan nuestros problemas o nuestras más íntimas preocupaciones.

Cada vez ofrecemos de modo irresponsable más datos a través de las redes sociales sobre nuestras preferencias, caemos en las trampas que continuamente nos tienden las empresas, y lo hacemos alegre y voluntariamente sin que parezca que valoremos lo más mínimo algo que hasta hace poco parecía un bien preciado: nuestra privacidad.

La última amenaza nos llega a través de la televisión y en concreto la TV por internet. El fabricante surcoreano Samsung ha lanzado al mercado un nuevo televisor de esos que llaman «inteligentes» pero cuyas posibilidades de espionaje doméstico deberían ser motivo de preocupación.

Se trata de un televisor capaz de captar nuestras órdenes verbales para transmitirlas a un tercero, en ese caso un servidor con sede en Estados Unidos -hay quien dice que se trata de la empresa tecnológica Nuance Communications-, el cual las convierte en texto antes de enviar una respuesta.

En principio se trata de órdenes relacionadas con el propio funcionamiento del aparato -por ejemplo, para cambiar de canal- y que pueden también servir, según la empresa, para mejorar en un futuro sus prestaciones

Sin embargo, lo que más inquieta a los defensores de la privacidad que todavía quedan es la capacidad que tiene el nuevo aparato para recoger ya no sólo unas instrucciones precisas, sino de paso cualquier otra conversación que pueda producirse en la habitación donde esté instalado.

La propia empresa advierte al usuario en esas instrucciones que muchos ni siquiera leen de que, junto a las órdenes verbales que pueda dar el usuario en un determinado momento, el aparato puede captar otras «informaciones personales o sensibles».

Podría tratarse de una discusión familiar o de información confidencial de una empresa en el caso de que el televisor estuviese en un despacho, todo lo cual se transmitiría indistintamente a terceros.

Es una posibilidad ciertamente inquietante porque con qué derecho pueden recogerse y almacenarse palabras pronunciadas en la intimidad y susceptibles de ser luego utilizadas por otros, uno no sabe bien para qué fines.

El fabricante ha explicado que para la función de reconocimiento de la voz, hay que apretar un botón del control remoto mientras se habla, que se trata de algo optativo y que además el usuario puede saber si está funcionando el por el icono de un micrófono que aparece en la pantalla.

Agrega que es política de la casa no vender información a terceros y que cumple las leyes sobre privacidad de los países donde opera, pero no ha aclarado de momento si guarda los datos que pueda recoger de sus clientes para con ellos por ejemplo ir construyendo un perfil de los mismos.

¿Hasta dónde va a llegar el asalto continuo a nuestra privacidad sin que se nos ocurra decir «basta: hasta aquí hemos llegado»?

En otros tiempos, una noticia como la del lanzamiento de ese nuevo producto con capacidad de convertirse en un indeseado espía doméstico habría provocado un escándalo mayúsculo, pero nos hemos acostumbrado a revelarlo todo de nuestras personas que ya ni siquiera parecemos inmutarnos.