Yo nunca he jugado al Candy crush, pero es que yo soy un tipo muy soso, con una muy marcada tendencia al «gafapastismo», que diría mi querido amigo Bernardo, el mismo que está convencido de que cuando utilizo la palabra buganvilla en mis artículos estoy enviando un mensaje secreto.

Pero a lo que iba. Nunca he jugado al Candy crush, aunque he visto a otros hacerlo. Hay gente seriamente enganchada. Algo tendrá para ser tan adictivo que cuando lo pruebas, al parecer, ya no puedes dejarlo, algo así como la heroína pero en versión smartphone.

Me preocupan mucho estas cosas, ponen en alerta el paranoico que hay en mí. He llegado a sospechar que mi médico me anestesia cuando me hace la revisión endoscópica anual solamente para que no le vea jugar mientras trata de averiguar si mi esófago sigue estando en el mismo mal estado de siempre.

Me temo, también, que la taxista que me lleva por la avenida atestada de tráfico, sorteando los obstáculos de esas obras que florecen siempre que llega la primavera electoral, no presta atención al tráfico, ni a las indicaciones de los semáforos, ni a los aterrorizados peatones que no se atreven a caminar por el paso de cebra, sino que tiene la vista y los sentidos puestos ahí, en el puñetero juego, sin pensar en otra cosa ni atender a nada más.

Estoy seguro de que el cocinero que a las dos de la tarde tiene el restaurante lleno de gente hambrienta y con prisa, en vez de estar pendiente de que no se le quemen los primeros y de ir marchando los segundos, de dar salida lo más rápidamente posible a la montaña de comandas que tiene encima de la mesa, está dale que te pego al jueguecito sin que le importe nada más.

Y del mismo modo España entera. Todo el mundo desatendiendo sus quehaceres porque no puede parar de jugar. Y así no hay manera de que un país funcione. ¿Cómo vamos a salir de la crisis, cómo vamos a emprender el camino ancho y saludable de la recuperación económica si estamos todo el día jugando con el móvil o la tableta? ¿Qué puede esperarse de una nación donde la gente, en vez de hacer su trabajo, se pasa el día machacando caramelos? No podemos seguir así. Ya va siendo hora de que nuestros políticos, que para eso les pagamos tan espléndidamente, hagan algo, no sé, una ley orgánica de esas que ellos hacen, o mejor, un Decreto Ley, que es más rápido de tramitar, para poner coto a estos desmanes y volver las cosas a su cauce. Y deberían hacerlo ya, sin más demora, urgentemente. En cuanto pasen de nivel.