Hhttp://blogs.opinionmalaga.com/elblogdejosemariadeloma/ay muchos más tablaos flamencos en Japón que en Andalucía. En contraprestación, parece que tenemos más dispensarios de sushi en esta tierra que en todo el orbe nipón. El futuro está en un tablao que además de fino, jamón y queso ponga sushi. Está trabajada poco esa fusión cultural. Se ha mezclado el Barbadillo con el pez mantequilla, pero poco el arriquitaun y los olés con los niguiris. En los tablaos se es feliz. A no ser que seas un palmero mal pagado. En los tablaos hay humo en el aire aunque no se fume. Hay arte, talento, señoritos despeluchados que se han escapado de una novela tópica sobre andalucía, pero también gente joven que ríe, aplaude, twittea, jalea una petenera o se emociona besando a su pareja cuando alguien se arranca por Camarón. En los tablaos se hacen negocios, se apañan citas, se ve amanecer, bailarinas se enamoran de chicos atléticos que han abandonado su afición por el fútbol. De un tablao hay que salir ronco. El flamenco es para un ratito, dicen algunos. Como si algo mereciera la pena para siempre. Como si el rock fuera para veinticuatro horas o la filatelia para doce. La palabra tablao tiene poderosas evocaciones. Uno imagina estampas clásicas: sillas de enea, pequeño escenario, batas de cola, versos de Lorca, metáforas de Alberti. Sería interesante saber qué habría escrito Gómez de la Serna tras una juerga flamenca. El flamenco es cosa seria pero invita a la juerga. También puede ser degustado en solemne soledad gozosa sin embargo. Hay ciudades en las que se dispensa a los cruceristas flamenco de garrafón. Cuando un cantaor hiere el aire se produce un efecto mariposa que podría cambiar el destino de gente a muchos kilómetros a la redonda. El novelista y poeta gaditano Antonio Hernández tiene una novela titulada ´Vestida de novia´ (Planeta). Narra la vida de La Capitana, una bailaora de éxito que llega a su segunda boda virgen, aunque es objeto de cotilleos por su fama de devoradora de hombres. También hay libros anti flamenco, como alguno de Eugenio Noel, un personaje fascinante del XIX-XX que se pasó la vida combatiendo todo lo típicamente español, sobre todo los toros, a base de escribir y de dar charlas vociferantes durante años por pueblos de toda España. El anti flamenquismo es patrimonio del flamenco al igual que los anti taurinos son parte sagrada e importantísima de la llamada fiesta nacional. Hay quien arrincona el flamenco en el sábado noche y hay quien se pone flamenco en la oficina todos los lunes por la mañana. Antes ibas a casa de alguien y podías ver sus discos, sus vinilos y te formabas una idea de su personalidad. Hoy todo está almacenado en ordenadores o artilugios, la gente va enfrascada en sus cascos (auriculares) y no sabe uno en el autobús si tiene al lado a un amante de Schubert, de Sabina o de José Mercé. Eso en un tablao no pasa.