Final de Copa

Si por insultar a una mujer quieren cerrar una grada del Benito Villamarín ¿qué habría que hacer por insultar a otra mujer además presidenta de la Comunidad de Madrid?, ¿y por insultarnos a todos los españoles abucheando nuestro himno y nuestro Rey?.Pues esto último es lo que llevan haciendo las hinchadas del Athletic de Bilbao y del Barcelona en las dos últimas finales con el silencio cómplice de sus directivas y es lo que harán en la próxima a menos que se lo impidamos. Cuando una afición crea disturbios o profiere cánticos racistas, se le sanciona jugando el partido a puerta cerrada. Está claro que el comportamiento de las dos aficiones citadas es merecedor de sanción. Por ello, mi propuesta es la siguiente:

1 - Juguemos la final en un campo pequeño y alejado de Bilbao y Barcelona, por ejemplo, Cádiz, Córdoba, Málaga, etc.

2- No se enviará ni una sola entrada a ninguno de los dos clubes.

3 - Las entradas se venderán muy baratas o se regalarán a residentes en la provincia en la que se juegue la final.

4 - Para acceder al campo será necesario la presentación del dni y solo podrán acceder los residentes en la provincia.

5 - Si a pesar de todo ello, se producen pitos al himno o al Rey se identificará y pondrá a disposición judicial a los causantes. La FIFA pide respeto en sus anuncios. Si queremos que nos respeten, hagámonos respetar. Ah, y si al Rey le resulta inconveniente desplazarse fuera de Madrid, que haga un esfuerzo por la dignidad de su país y de sus ciudadanos. Va en su sueldo.

Juan M. Rivas. Málaga

Abogados de oficio: los grandes olvidados

En este país, se clama por una Justicia más ágil, más equilibrada, en dónde los grandes procesos no se dilaten infinitamente. Eso está bien, pero la mirada se pierde en el infinito y no se fija en nada concreto. En un horizonte tan vasto no se presta atención a lo que tenemos más cercano y por ende menos valorado: el abogado. La Justicia de cada día está protagonizada por el ciudadano, por el funcionario... y por el abogado, en particular el de oficio. No hay función más noble, desinteresada y digna que la del abogado de oficio, siempre infravalorado, en ocasiones humillado, siempre maniatado frente a incomprensiones de todo tipo, empezando por la de su mismo cliente, que a veces cree que el letrado es una especie de sirviente al que cargar de deberes, recados y reproches, y que cuando quiere puede despacharlo con quejas ante el Colegio de turno, o con insultos. Muchas veces, aunque gracias a Dios no siempre, el abogado se encuentra con cuatro grandes enemigos que le quieren mal, muy mal: el fiscal, el juez, el funcionario y su propio cliente. Nadie sirve de forma más pura a la Justicia que el abogado de oficio, y por eso es incomprensible que nadie, y menos los medios de comunicación, hable de los sufrimientos de éste profesional que no cobra lo que debiera (cuando cobra alguna vergonzosa migaja ), que se carga de trabajo y de preocupaciones ajenas, y que además debe bregar con mil circunstancias adversas.

Ahora, la huelga de abogados de turno de oficio está siendo silenciada, mientras se animan y difunden otras reivindicaciones de las cuales no hay que dudar que son necesarias, pero a lo mejor también políticamente más rentables. Los abogados de oficio nos sentimos abandonados, humillados y explotados, por eso es necesario dar a conocer nuestra función social indispensable, porque no hay que olvidar algo tan esencial como que sin abogados no hay Justicia.

César Botey Jiménez. Torremolinos